No
podemos dejar de recordar al adolescente que fuimos, a ese que hasta la primera
juventud caminó a oscuras tanteando y dejándose arrastrar por la vorágine de
grandes deseos que parecían ser encauzados en la identificación con una música
que lo hacía sentir “libre” y lo llenaba de “ilusiones” o por lo menos lo
separaba más del mundo de los “adultos”, un mundo lleno de mentiras e
indiferencia, un mundo que no nos comprendía y nada tenía para enseñarnos.
Con esa
sed de vivir propia de todo joven, siempre insatisfecha, lejos de oír el
llamado al heroísmo o al verdadero amor, y en el fondo de todo una insaciable
sed de Dios, deambulábamos entre la protesta, la ideologización que calzaba
justo con unos arquetipos de leyenda (luego descubrimos: de publicidad y
delirio), buscando ser auténticos pero cayendo en la imitación de los
estereotipos que conducían a la nada.
Pero
entonces no sabíamos que alguien iba a venir en nuestra ayuda, y con eso al “rescate
de la gloria” (en palabras de Saint-Exupery). Había que cambiar el riesgo por “aperitivos
literarios” (S-E.), musicales, cinematográficos o sensuales en general. Había que
entender que vivir es luchar y no “disfrutar”. Pero también, contra la praxis
falsificada de la revolución, que “El hombre no tiene necesidad de odio sino de
fervor. No se muere ‘contra’, se muere ‘por’” (S-E, carta a André Breton).
Contra el
horrible “hombre bussinessman americano” oponíamos el revolucionario barbado
fusil en mano, el rockero pelilargo de guitarra electrificada, la leyenda
urbana que gritaba su odio a todo el mundo…mientras era patrocinado, financiado
o publicitado por los propios feroces “enemigos”, que se ocupaban de tenerlo en
el candelero. Con qué facilidad los mismos dominadores de las almas le
proporcionan el “antídoto” para exacerbar un odio o un placer sobre los cuales
no se construye nada, sino que se “edifica” la propia ruina. ¡Cuántos ejemplos
tenemos de ese supuesto idealismo que acabó pronto en desesperación! ¡Cuánta transgresión
e irreverencia enlatada que se volvió rancia!
Privados
de todo aquello que trasciende al hombre y lo concreta, como son la religión, la
patria, la familia, el oficio, todos nos convertíamos en “iguales”, como igual
es la nada, el grito y la oscuridad. Porque donde la luz asoma sólo deja ver
que las cosas no son iguales, sino desigualmente concernientes, ricas y
admirables. Pero conceptos vacíos venían a reemplazar la realidad: “libertad,
igualdad, fraternidad”, es decir, revolución y democracia “ni ser hijos, ni ser
hermanos…ni de vivir una vida mística, ni de conocer el amor de una patria (…)
Entonces les queda ser demócratas” (S-E, cit. por B. Montejano “Aproximación al Principito”). Eso que parecía inconciliable hoy se lo ve como una sola cosa “significante”:
gobernantes de los más altos niveles que son “rockeros”, es decir,
revolucionarios. Rebeldes millonarios que lo único contra lo cual se rebelan es
el orden de lo creado y a su Creador. Negadores de la belleza y del espíritu,
en nombre del amor cantado. ¿Y qué queda del idealismo juvenil, sino una ristra
de adicciones, vicios, pecados, bajezas y rencor?
A tantos
jóvenes que los han dejado huérfanos y a merced del odio, la tentación “respetable”
y los vientos tempestuosos del desenfreno, a esos jóvenes como los pobrecitos que
murieron masacrados en Cromagnon, escapando de sus padres, de sus “pastores” y
de todo aquello que ya sin autoridad verdadera pudiera darles las raíces que
evitaran que el viento los arrancara, y el ruido y la furia los arrebatara en
la flor de la juventud; a todos esos que la embriaguez les oculta la falta de
horizonte y de un camino a seguir que termina en el abismo de la degradación y
la esclavitud “liberada”; a todos esos que caen en manos de los mercaderes de
píldoras: “ellos se transformaban rápido en pedagogos y te enseñan como fin
aquello que no es por esencia más que un medio…y te degradan porque si su
música es vulgar, ellos te fabrican para vendértela un alma vulgar. Porque si
es bueno que los objetos sean utilizados para servir a los hombres, sería
monstruoso que los hombres fueran fundados para servir de cajones de basura a
los objetos” (S-E.), a todos esos que ya no quieren tener un alma mediocre, y
que buscan de verdad ser libres pero en la nobleza y dignidad que Dios otorga a
sus hijos y no en la libertad mentirosa y falsa de un mundo materialista y
economicista que corrompe todo con sus brillos y sus palabras amables y
simpáticas; a esos jóvenes que ciertos pastores llaman a “hacer lío” con total
demagogia, sin darles el tesoro de la fe que sus corazones desean para
realmente conquistar heroicamente el mundo con su gozoso y feliz sacrificio; a
esos jóvenes con sed y todavía no muertos a sí mismos por los mass-media y el
ruido de los vicios convertidos en “derechos”; a esos jóvenes que conservan en
su alma la semilla joven de la poesía, escondida y temerosa en medio del
bullicio de la perversa gran ciudad; a esos jóvenes cansados de ser sólo un
eco, un aullido o un llanto de lo que ocurre en otras vidas miserables y que
encuentran que todo se derrumba cuando aún no habían comenzado a vivir; a ellos es dedicado este blog.