VIOLENCIA ESCOLAR
Por Alcuino Di Ferro
Hace años las secciones periodísticas que
informaban sobre educación y sobre policiales, en la prensa escrita, se
hallaban bien diferenciadas y distantes. Hoy en cambio, se interrelacionan y
superponen con alarmante frecuencia en el contexto de una creciente y grave
escalada de “violencia escolar”, la que es apenas una muestra de la descomunal
violencia física y moral que todo lo abarca en el mundo presente. La educación
argentina, como la sociedad toda, acentuó desde hace dos décadas un camino de
decadencia para sumergirse, sin prisa pero sin pausa, en un abismo que parece
no tener fin. Congreso Pedagógico y Ley Federal de Educación mediante, se
aceleró un proceso de aniquilamiento de la educación en todos sus niveles. La
llamada capacitación permanente, a juzgar por sus resultados, más se asemejó a
la divisa trotskysta de la revolución permanente. Los partícipes necesarios de
tal proceso (educadores, educandos, directivos y hasta padres) fueron ganados,
conscientes o no y salvo muy contadas excepciones, por una culposa indiferencia
para discernir entre lo que está bien y lo que está mal, por una paralizante
mediocridad y por una crapulosa impostura. Y al montarse tan patético
escenario comenzaron, muy pronto, a representarse en él los infinitos actos de
un drama con final previsible.
En un primer acto, se
fueron esparciendo en las aulas los mismos venenos letales que desde los
medios de comunicación y desde los sucesivos gobernantes se diseminaban a toda
la población: desorden, desjerarquización, vulgaridad abandono de la
sabiduría, mofa de los principios morales y religiosos, igualitarismo perverso,
tergiversación de la historia, superabundancia de derechos, inexistencia de
deberes, exaltación de las impiedades, complacencia con la marginalidad, la
masificación, la idotatría de los malos ejemplos, las perversiones surtidas,
la estupidez y la ignorancia asumidas como virtudes, etc., etc., etc. Luego, en
un segundo acto, como en una inevitable
secuencia, se fueron alterando y extinguiendo los roles básicos e insustituibles.
La familia fue abandonando la educación y la ejemplaridad. La escuela ya no
formaba, ni transmitía conocimientos. La primera y fundamental institución
desertó de sus obligaciones, la segunda, por miedo a ser sospechada de autoritarismo,
omitió sus deberes. En este descalabro se fue desdibujado en las aulas el recto
principio de la auctoritas, se
extinguieron por fascistas las amonestaciones, se permitió el escarnecimiento
público de los docentes con anuencia de directivos (sobre todo en las escuelas
donde el alumno paga una cuota y se lo considera un cliente), se toleró el
muchachismo de tribuna futbolera, se multiplicaron las agresiones y las
reyertas de educandos contra educandos, de educandos (en oportunidades
secundados por sus padres) contra educadores, se cometieron actos reñidos con
la moral, aparecieron en escena los docentes pederastas o los de indefinidos
sexos, hubo contusos, heridos, maestros y alumnos asesinados, y para qué
seguir.
Así legamos, el fatídico
28 de septiembre, al tercer acto, cuando en el establecimiento Malvinas Argentinas
de Carmen de Patagones un alumno de 15 años vació el cargador de una pistola 9
mm. sobre la humanidad de sus indefensos compañeros
de clase, quitándole la vida a tres e hiriendo gravemente a
otros tantos.
Entre las posibles
causales, los medios han apuntado sobre la psiquis enferma del imputado, la
situación familiar del mismo, la omisión de las autoridades, la influencia del
ominoso rock satánico, la violencia instalada en el medio social, y otras
más, dignas de atención.
Es seguro que hayan
interactuado todas estas causas, para tronchar tantas vidas jóvenes. Pero no
deben soslayarse los actos previos que antes comentábamos. Es sobre este
terreno que cabrían algunas preguntas: ¿Qué significado e influencia tenían las
lúgubres figuras estampadas en las paredes del establecimiento educativo? ¿Qué
se enseña en esa pseudo materia Derechos Humanos? ¿Qué responsabilidad le cabe
al docente y a las autoridades que permiten que al alumnado, inmaduro y falto
de posibilidades para discernir con tino, se les proyecte en horas de clase el
documental Bowling for Columbine,
sobre la matanza de 12 alumnos en una escuela de Colorado, USA en 1999, del
polémico cineasta Michael Moore, y se le pida que elaboren, acerca del mismo,
un trabajo práctico?
Un viejo refrán decía:
“La cara torva enmienda al loco” o si se quiere: en un medio apto mucho más
difícil será que aparezca un júnior. Si no se vira rápido el timón la familia y
la escuela estarán prontas a generar un nuevo júnior o, en su defecto, a algún
sénior. Entonces, con mayor frecuencia, las secciones de policiales y educativas
de los periódicos tendrán cada vez menos diferencias y no habrá psicólogos y
contenedores posibles para evitar una catástrofe.
Revista Cabildo 3ª Época
Nº 40, Octubre de 2004.