Charly García: “Estoy
destruyendo la música”
Charly García sonríe en un hotel de lujo donde se exhibe la imagen de uno de los mayores genocidas del mundo: Mao Tse Tung. Allí dio una entrevista promocional de su nuevo engendro. |
Antes de tocar en septiembre en el Colón, habló de la obra sinfónica que
presentará allí, de su concepto de deconstrucción y del rock, que para él debe
ser peligroso.
18.08.2013
Por Sandra De La Fuente
La limousine que está en la puerta combina con el estilo pretencioso del
Faena. ¿Será la limousine de Charly? ¿Ya llegó y está esperando? Por las dudas,
a correr por la interminable alfombra roja hasta el bar. Pero una estrella de
rock puntual no es del todo estrella o no pertenece al rock. Y Charly es ambas
cosas, así que la limousine no era la suya: después de una hora y media de
espera en ese bar de luces bajas y música fuerte alguien finalmente invita a
subir a la suite 704 donde, dice, Charly está listo para atender al periodismo,
para hablar de Líneas Paralelas - Artificio Imposible, la obra que
estrenará el 23 de septiembre en el Colón.
En el trayecto hasta la suite, su agente de prensa encuentra todavía tiempo
para listar los tópicos por los que García no quiere pasar: no hablaremos de
pérdidas -ni Mercedes Sosa (una madre, una novia, todo para él), ni Falú (su
padrino, quien descubrió que tenía oído absoluto), ni Juan Alberto Badía, ni siquiera
el flaco Spinetta-; no asimila la muerte. Todos son nombrados en un eterno
presente.
Ahora sí, llegamos a la habitación, se escucha su voz: “¡No soy una modelo!
No pienso pararme delante de todos logos de anunciantes. Primero que paguen y
después vemos”, se defiende frente a un grupo de ¿productores? hasta zafar del
compromiso de pararse delante de ese cortinado cubierto de logos, tan típico de
revistas donde la actualidad se define por la cantidad de cirugías a las que se
atrevieron los famosos de la tele.
Ya estamos sentados, micrófono abierto, a punto de conversar, sólo necesita
ordenar un par de apuntes que lo ayudarán a explicar su proyecto, a no dejar
nada de lo que le importa sin comunicar. “No me grabes todavía, pará”, pide y
me señala una foto de una citarina “¿Conocés qué es esto”, pregunta. “La compré
cuando tenía tres años, fue mi primer instrumento”. Muestra las líneas
dibujadas en un papel guardado entre la tabla armónica y el encordado del
instrumento. “Practicás sobre este dibujo y te aprendés la marcha nupcial”.
¿Cuál, la de Mendelssohn o la de Wagner?
Qué sé yo, tenía tres años y la tocaba de memoria. Y de ahí al
conservatorio, a los cuatro años.
¿En tu vida de músico profesional te sirvieron esos ocho años de formación
académica?
Sí, claro. Yo tocaba de oído y en el conservatorio aprendí a leer música,
que es algo fenómeno. Pero me cansé de tocar las piezas de los muertos y los
profesores no me dejaban componer. Cuando escuché a los Beatles me di cuenta de
que estos tipos componían lo que querían, se llenaban de guita y las minas
estaban todas detrás de ellos. Y además, tocaban música clásica.
¿Clásica?
Sí, las estructuras de las canciones son perfectas. Los Beatles no son de
este planeta.
Love Me Do, por ejemplo,
tiene los acordes sin tercera (se refiere a la nota mediante que define el modo
de un acorde como mayor o menor). Y ese es uno de los trucos que más hacía que
la gente se interesara, porque deja un espacio para que cantes y también para
la ambigüedad tonal. Si falta la tercera en el acorde no sabés si esa música es
alegre o triste, es la gente, el que escucha, el que decide.
No creo que sea eso lo que hace a la canción alegre o triste. Fijate que la
Marcha Peronista está en modo menor y se la canta como si fuera alegre.
(Suelta una carcajada) ¿No ves lo que yo digo? ¡Ese es el problema! ¡Por
eso la gente está tan confundida! Ahora, de verdad, a mí me interesa la
ambigüedad, no saber cómo funcionarán las cosas desde el principio.
Esa idea de la falta de terceras conduce “Líneas Paralelas”, ¿no?
Sí, las líneas paralelas, haces de luz que van a dar en el escenario como
si fueran las luces de un aeropuerto. En el medio va a estar Jean François
Casanovas, que va a recitar. Y ese intervalo de tercera va a tirar para un lado
y para otro, va a deformar todo. Todo el sonido será en estéreo, con dos
parlantes distintos, uno que no soporte los agudos y otro que no tolere los
graves.
García y otro "lindo" personaje: la reina de Inglaterra. |
En alguna oportunidad dijiste que querías usar el Colón para medir
distancias entre el oyente y el sonido. ¿No necesitarías para eso un sonido
acústico, sin parlantes?
Es que no puedo, porque el batero toca como Led Zeppelin. La orquesta está
abajo, en el foso y nosotros arriba, con juguetitos. Pero quiero que los
violines hagan la parte de la guitarra eléctrica y combinar los sintetizadores,
los viejos sintetizadores como el theremín y el melotrón. Voy a estar en un
púlpito con dos alas, tengo un tecladito remoto. La obra es una suite musical
de ciencia ficción.
¿Por qué suite?
Porque agarro muchas partes que ya hice y las mezclo con partes nuevas para
modular y para que se vayan cerrando esas líneas. Es todo un track entero con
un intervalo en el medio para que la gente vaya a tomar champán. Después del
intervalo no va a haber nadie en el escenario ni en el foso, va a haber solo
ritmos, ruidos que terminan enYendo de la cama al living.
No sé si es esto va a ser música clásica. Al principio sí, pero después se
va para el lado de Stravinski y después viene el ritmo solo, que en la música
clásica no existe.
Sí que existen piezas de ritmo solo en la tradición académica
Bueno, sí, pero sin negros.
Bueno, sí, pero sin negros.
¿Sin negros?
Claro, los negros eran esclavos, por eso no hay ritmo negro en la música
clásica. Quiero que no se diferencien los instrumentos, que se escuche el todo
y que haya como una deconstrucción. Al final van a quedar sólo dos
instrumentos. Termina con un Si tocado por una mujer y un hombre en dos
violonchelos, cuando ese Si se empiece a desafinar termina la obra.
¿De dónde salió este plan?
El asunto es que un día me levanto y veo que me salen dos rayos y pegan en
la pared, era mi época Say no More, y los rayos pegan en la M de More. Si la
pared hubiera sido traslúcida habría visto el triángulo que se formaba en el
baño. Mientras eso pasaba me venían 127 ideas a la cabeza, todas juntas. Fue
una clarividencia. Yo estaba en Nueva York y Yoko Ono estaba a la vuelta. Fui a
verla. Yo me preguntaba qué quería decir el triángulo ese que se formaba en el
baño.
¿Ella te dio una explicación?
Me dijo que es antimateria. Yoko es una masa total y yo me sentía John
Lennon. Estaba comunicada conmigo porque sabía que yo sabía todo de la
historia. Acá hay un concepto previo y una cosa jodida: estoy detruyendo el
acorde, por lo tanto estoy destruyendo la música. Pero trataré de que el sonido
sea lo más parecido a Strawberry Fields Forever. Yo en esa época no
sabía qué era un melotrón ni un sintetitzador. Los Beatles jamás ponían data.
Después vino Chick Corea y empezó a decir que usaba un DX7 o lo que fuera y,
claro, uno se desilusionaba. Quiero que la música sea más como una película, no
me importa si el instrumento es sampleado o no. Hace mucho que no me interesan
los músicos, sino los directores de cine. Desde que murió Kurt Cobain ningún
músico me provocó nada. El mundo es otro, ya no está el idealismo, nadie fuma,
la gente está con su telefonito haciendo boludeces. Para mí el rock es Beatles,
Stones, Bob Dylan, Who, Nirvana. No tiene que ser fuerte, pero tiene que tener
peligro.