R.P. Bertrand Labouche
BACH
y PINK FLOYD
Breve
estudio comparativo de la música clásica y la música rock
No
es raro escuchar alabanzas acerca de las cualidades técnicas de tal o cual
músico de “rock”, o las invenciones musicales de tal agrupación.
Son
citados, por ejemplo: Pink Floyd, los Beatles, Carlos Santana (guitarrista de
“rock” latinoamericano), Emerson (del grupo “E.L. & P.”), Eric Clapton
(guitarrista); Ginger Baker (baterista) y algunos otros.
•
El disco “The dark side of the moon", de Pink Floyd, fue el fruto de un año
de trabajo en un estudio de grabación. Es verdad que es de una más alta
dimensión armónica que los “rocks” comunes.
•
Los Beatles compusieron melodías agradables y bien acompañadas ("Let it
be”, “Hey Jude”, etc).
•
El guitarrista Santana puede hacer de su guitarra aquello que él quiera; es un
maestro de la improvisación. Igualmente el guitarrista del grupo “Yes” ejecutó
un día, durante un concierto, con una guitarra clásica, una pieza
extremadamente difícil.
•
Emerson (de formación clásica), es un excelente pianista y organista.
Es
cierto que los fanáticos del “rock” no serían tan numerosos si hubiese
solamente horrores. Por lo demás, la música actual no podía pasar sin
transición del jazz al “hard rock” más decadente, de Louis Armstrong a AC/DC.
La
música de los Beatles constituyó una etapa. En cuanto los virtuosos del rock,
bastante raros, y los compositores que poseen una ciencia musical más
evolucionada, aún más raros, se distinguen todos precisamente porque ellos se
alejan algunas veces de la pobreza habitual del rock, pero sin renegar de él.
Ellos conservan sus principios fundamentales como la importancia capital del
ritmo y el empleo de efectos especiales mencionados más arriba.
Tomemos
un ejemplo: “Europa”, una pieza instrumental de Carlos Santana. Después de una
suave introducción del tema principal, este guitarrista la desarrolla con
talento usando diversas líneas melódicas; después, el ritmo entonces discreto
se torna repentinamente dos veces más rápido y de un martilleo más acentuado.
Santana se pone a tocar de una manera más agresiva y repetitiva, subiendo poco
a poco al agudo mientras distorsiona las cuerdas de su guitarra. En seguida
emplea un pedal de distorsión y utiliza cada vez más acordes disonantes, para
así llegar a una papilla sonora inverosímil. El “rock” ha impuesto su ley de
inversión de los elementos de la música.
Además,
la inspiración fundamental de toda canción de “rock” está siempre presente y es
tanto más influyente sobre el auditorio cuanto es servida por un talento real.
¿De
qué se trata? No directamente de música, ciertamente, sino de un elemento
indispensable de la música “rock”: la REVOLUCION
contra todo orden establecido. Este elemento es el común denominador de todos
los rockeros en un sentido amplio.
No
considerar a los Beatles más que en un plano puramente musical sería un error.
Sus peinados, sus vestimentas, sus canciones sobre el amor libre y la droga se
han convertido en el símbolo de toda una generación.
Pink
Floyd y todos los grupos de “rock” se mantienen en esa misma línea. La
violencia extrema engendrada por los grupos más decadentes musicalmente es
también una consecuencia de la inmoralidad predicada por estos grupos, como
también por los más evolucionados musicalmente.
U2,
o Pink Floyd, los Beatles o los Rolling Stones, Elvis Presley o Carlos Santana,
Janis Joplin o Black Sabbath, todos los grupos de rock, desde los más softs hasta los más hards persiguen un mismo fin, que su música traduce en diversos
grados: Destruir el hombre y la sociedad
tal y como Dios los ha concebido. No se puede ocultar este elemento.
“We don’t need no education: No necesitamos
educación, ni control mental, ni obscuros sarcasmos en clase: Maestros, dejen
a los jóvenes en paz”: estas frases fueron cantadas por un coro de niños
(!) en el disco “The Wall”, de Pink Floyd.(1)
-
“El rock es algo más que música; es el
centro enérgico de una nueva cultura y de una juventud revolucionaria".(2)
-
“El rock ha marcado el inicio de la
verdadera revolución”, escribió el anarquista Jerry Rubin.
-
“El rock es ante todo una actitud, una
manera de afrontar la sociedad, que trasciende ritmos y melodías”, afirmó
Luis Antonio Mello, director de una estación de radio brasileña.
-
“Todo rock es revolucionario”
(revista “Time”).
-
“La rebelión es la base de nuestra
agrupación; los jóvenes nos consideran como héroes porque sus padres nos odian”
(Alice Cooper).
-
“Lo que nos interesa, es la revolución y
el desorden” (Jim Morrison, del grupo “The Doors”).
-
“Los Rolling Stones han contribuido tanto
para la transformación de las costumbres de su generación que los sociólogos
del futuro afirmarán que ellos han confirmado la crítica de sus opositores por
su vida de vagabundos destinados a arruinar progresivamente la civilización
occidental a través de la droga, la perversión sexual y la violencia”,
escribió David Dalton, periodista de “rock”.
La
inversión de los elementos musicales en el rock no es una simple idea
original; participa del ideal revolucionario. El efecto de tal inversión es
sustituir la tranquilidad del orden por el caos, la paz por la insatisfacción,
la vida por la muerte, como muestra el anterior esquema.
Este
segundo esquema muestra que los “pequeños «rocks» llamados inofensivos” se
sitúan al principio de una pendiente que puede llegar muy lejos y que toda
simpatía para con estos no es sin un peligro real, al menos el de no progresar
espiritualmente. Muchos jóvenes católicos juegan así con el fuego, artesanos
inconscientes de su propia perdición. “Quien no avanza, retrocede”. Y el
resultado puede ser fatal...
Y
hay algunos que piensan que la solución es escuchar o tocar “rock cristiano”...
Basta
un poco de sentido común para comprender que el cristianismo y el “rock” son
incompatibles: el cristianismo es la religión del orden, porque obra con el fin
de restaurar todas las cosas en Nuestro Señor Jesucristo. El “rock” es una
música desordenada, porque la jerarquía de los elementos de la música
(melodía-armonía-ritmo) está invertida. Un “rock cristiano” es una cosa tan
contradictoria como un “sofisma razonable”.
El
cantante y arpista bretón, Alan Stivell, decidió un día electrificar su música,
dar a los cantos tradicionales de la tierra bretona y de sus antepasados un
aspecto más actual, con más ritmo, "más rock”. Sus “fans” se
multiplicaron, sus conciertos atrajeron multitudes, su fortuna personal se
aumentó considerablemente, en breve, ¡fue un éxito! Sin embargo, los bretones,
que bailaban al son de la música de sus padres, despreciaron la nueva música de
Stivell: el alma de Bretaña no estaba más ahí. Otra cosa la había reemplazado,
un espíritu que no era el de sus antepasados.
El
“rock” es una música, porque utiliza elementos musicales, pero es una música
enferma, en contrasentido, desequilibrada. Yo no pienso que se pueda afirmar
“el rock, no es ni siquiera música”. Es como un loco, que ha perdido el uso
normal de sus facultades, sin perder por lo tanto su naturaleza humana. Y hay
grados en la locura, como hay grados en la perversión musical del “rock”.
La
bella y verdadera música es más que un conjunto ordenado de sonidos agradables.
Su influencia, como la educación, es de orden espiritual, moral (4) y político,
mientras que en el “rock” se verifica lo contrario. Aquella ordena las pasiones
humanas, sin destruirlas ni exacerbarlas. Socialmente, no conduce a la
anarquía, finalidad del “rock”, sino que favorece la paz de la ciudad, como lo
expresa muy bien W. T. Walsh (5)
“En la España medieval, como en Grecia, se
consideraba la música elemento esencial en toda educación; y no se tenía por
persona educada a la que no era capaz de cantar o tocar varios instrumentos.
Ruy Sánchez de Arévalo, en su Vergel de príncipes, dirige a Enrique IV la
siguiente apología de la música: «La principal excelencia de este noble arte y
su digno ejercicio consiste en disponer y dirigir los hombres, no sólo hacia
las virtudes morales, sino hacia las virtudes políticas que los hacen aptos
para reinar y gobernar: Es por esto por lo que este virtuoso ejercicio debe ser
recomendado a los reyes y príncipes”.
El
historiador jesuita, Padre Mariana, expresa un pensamiento semejante: “Porque en el canto pueden aprender los príncipes
cuán fuerte es la influencia de las leyes, cuán útil el orden en la vida, cuán
suave y dulce la moderación del ánimo... No sólo pues ha de cultivar el rey la
música para distraer el ánimo, templar la violencia de su carácter y armonizar
sus afectos, sino también para que con la música comprenda que el estado feliz
de una república consiste en la moderación y en la debida proporción y acuerdo
de sus partes”.
Estas
líneas deberían inspirar a los padres católicos. La música clásica debería
formar parte de la educación de sus hijos, desde la más temprana edad. Su oído
se habituaría a su belleza y rechazaría las elucubraciones sonoras del “rock”.
Muchos
jóvenes de hoy sólo escuchan la música moderna porque ellos no tienen una idea
de qué es la gran música. Se contentan con aquello que ellos creen ser el único
género musical, un género que los degrada.
No
vacilen, estimados padres, en poner verdadera música en sus hogares durante los
domingos y días de fiestas. Inicien a sus hijos, con la ayuda de un profesor o
de un buen método, en un instrumento de música (piano, flauta, guitarra
clásica, violín...). Que los educadores en las escuelas primarias enseñen el
solfeo, el canto, la flauta dulce a los niños. Un sacerdote, director de una
escuela primaria, se puso un día a enseñar el Ave María de Gounod a niños entre
4 y 8 años; al termino del año escolar, lo cantaron completo y con todo su
corazón delante de sus padres deslumbrados. Está al alcance de cualquier profesor
de canto.
El
canto no es cosa fácil; necesita rigor, sensibilidad, dominio de sí y
perseverancia, cualidades que precisarán durante toda su vida. Así como para el
estudio de un instrumento, su aprendizaje tiene un gran valor educativo.
Un
joven, que cursaba el año de humanidades en el Seminario de la Reja, que tiene
también un curso de iniciación musical, me confió: “Descubro estas maravillas; es absolutamente necesario que los jóvenes
las conozcan". Desgraciadamente muchos jóvenes parecen llegar a un
punto sin regreso: el “rock” ejerce una influencia tal que romper sus cadenas,
esto es, sus discos, parece estar por encima de sus fuerzas. ¿Serán
irremediablemente insensibles a los más grandes maestros de la música? La
oración, la paciencia, las pruebas de la vida les harán poco a poco,
esperémoslo, dejar a sus despiadados ídolos. ¡Que Nuestra Señora de Fátima
venga en su socorro!
Uno
de los efectos de la música, paradójicamente, es el de colocar el alma en el
silencio: rechazar las preocupaciones, hacer apagar el alboroto del mundo, y “dar a los hombres una significación espiritual”.
“Cuando se toca música, no se hablan
tonterías, se guarda silencio”, recomienda la Sagrada Escritura. (6)
La
música rock al contrario, forma parte de esa “conspiración contra toda especie de vida interior” (7) que es la
vida moderna. Ella mata las almas musicalmente: es su principal perversión.
¿Y
si Bach hubiese conocido la música “rock”?... Sin duda él habría afirmado sin
rodeos:
“El único fin y el único objetivo de toda
música no es más que la alabanza de Dios y la recreación del alma. Cuando se
pierde esto de vista, no puede haber verdaderamente música, sino solamente
ruidos y gritos infernales” (J.S. Bach, 1738). (8)
(1).
Estas palabras, quizás, expresan un reproche legítimo: si se trata de la educación
moderna, sin principios, sin ideal satisfactorio, ¡comprendemos que no necesitan
de esta educación y que quieran destruir todo lo que representa esta educación!
De hecho, Pink Floyd critica también el “dios-dinero” en su canción “Money”,
burlándose de los ricos... ¡pero esta crítica no les impidió recibir los
millones de dólares ganados por este éxito! Es una contradicción, ciertamente,
pero su crítica de la sociedad actual, materialista, “robotizada” no carece de
fundamentos. Se equivocan sobre las soluciones (anarquía, droga, sensualidad
sin freno...).
(2). Revista “Rolling Stones”. Citada por Alberto
Boixadós en “La renovación cristiana del arte", Ed. Areté, pág. 45.
(3). Roger Waters, letrista y bajista de Pink
Floyd afirma sustancialmente en un DVD sobre “The dark side of the moon”:
"Mi madre me enseñaba cuando era niño que había una vida después de la
muerte; lo creía hasta que entendí que era falso”...
(4).
“El hombre que no tiene música en sí mismo y no se queda emocionado por un
concierto de suaves acordes es capaz de traiciones, de complots y de rapiñas”
(William Shakespeare, “El mercader de Venecia”, V, 1, Lorenzo).
(5).
‘‘Isabel de España”, cap. XXVI, pág. 477.
(6).
Eclesiástico, 32, 4.
(7). G.
Bernanos.
(8).
Citado por Ulrich Michels, op. cit., pág. 101. 46
El autor de la obra, Padre Bertrand Labouche. |