R.P. Bertrand Labouche
BACH
y PINK FLOYD
Breve
estudio comparativo de la música clásica y la música rock
III — La “música rock”.
De nuevo, el objetivo de este artículo es puramente musical.
Pero por la misma razón que hemos comprobado el estrecho vínculo que une un
texto a la creación musical (esto es verdad para el gregoriano, como también
para un motete de Mozart o una ópera de Verdi o de Wagner), verificaremos
también en la música “rock” esta necesaria relación entre textos y música.
Dejaremos a un lado su vida y sus costumbres. Pero sabemos
que la sensibilidad puede ser fuertemente desestabilizada por el empleo de
ritmos devastadores o de disonancias sistemáticas, y esto no es evidentemente
un factor de santidad; esta, en efecto, no se puede concebir sin el dominio de
las pasiones.
El “rock” no tiene las características de la revolución
beethoveniana, aun cuando sus ritmos violentos pueden, más por causa de sus
efectos que por su sutileza, recordar aquellos de la Quinta sinfonía(1) o de
la “Appassionata". El “rock” es más bien una regresión musical. Los
elementos fundamentales de la música en el “rock” están, por principio,
invertidos. El ritmo ocupa ampliamente el primer lugar, la armonía, el
segundo, y la melodía, el último. Esta inversión se verifica en casi la
totalidad de piezas de “rock”, que se difunden sin parar en las estaciones de
radio. Es también el repertorio musical más vendido y, por lo tanto, el más
escuchado. Estudiaremos una pieza reciente del grupo U2.
Luego, evocaremos algunas piezas de rock que tienen un
cierto valor musical y veremos las distinciones que se imponen.
Finalmente, nos preguntaremos si puede existir un “rock
cristiano”, antes de concluir sobre el valor intrínseco del rock y su
definición real.
El ritmo
Es el elemento más importante, nadie lo puede negar. De
hecho, no se puede concebir la música rock sin el ritmo, el cual puede ser
calificado de tiránico. Hemos visto que el ritmo en la música tiene por función
dar una simple estructura a la melodía, la cual constituye la esencia de la
música. Si no fuera así, la música sería la más aburrida de todas las artes y
se resumiría en diferentes cadencias.
La palabra “ritmo” viene de “rima”, la cual distingue la
poesía de la prosa (aquello que el Sr. Jourdain(2) hacía sin saberlo), un texto
“normal”, sin una cadencia particular.
Es claro que unos poemas con un ritmo perfecto, pero
compuestos de cualquier palabra, sin una idea directriz, sin “melodía”
constituirían un poema mediocre si no lino nulo. Al contrario, una prosa rica
por la profundidad, la pertinacia, el poder, la delicadeza del pensamiento
adornada de expresiones bien pensadas sería un texto de valor, a pesar de no
tener cadencia.
En la primer parte hemos explicado suficientemente la noción
de ritmo, no insistiré.
El “rock’n’roll"(3) nació de los contoneos groseros de
Elvis Presley y del “beat” (serie de golpes rítmicos) agresivo de sus
canciones. El nombre de los ‘'Beatles” es un juego de palabras entre “beetle”,
“escarabajo” y “beat”, “golpe”. No hay ningún grupo de rock sin batería, lo
que no era el caso del jazz en sus comienzos. Este instrumento de percusión
ocupa el lugar central del grupo e impone un ritmo constante, muy marcado y
pesado. Es obstinado, esencialmente repetitivo, apoyado y amplificado por un
bajo que le sigue ciegamente. El ritmo del “rock” utiliza alegremente la
síncopa, que es un acento sobre un tiempo débil, e intermedio, como por
ejemplo sobre el 2° o el 4o tiempo, en un tempo de 4/4.
Dos hechos concretos les darán una idea de la absoluta necesidad
de este ritmo duro y pulsante:
• Durante un concierto de los “Who”, el baterista, Keith
Moon, colapso repentinamente debido a un abuso de drogas o/y de alcohol. El
grupo paró de tocar; el cantante y los guitarristas no eran suficientes para
suplir la falta del baterista. Fue necesario que el líder preguntara al público
si no había en la sala un baterista de rock, aun cuando no fuera profesional;
había uno y así pudo continuar el concierto.
Esto sería impensable en la música clásica; si, por desgracia,
el percusionista estuviese, por ejemplo, ausente, la obra sería indudablemente
tocada. No se enviaría al público a su casa. La obra perdería un apoyo rítmico,
pero que no es absolutamente necesario salvo en algunas muy raras excepciones,
y no concerniendo sino a sólo algunas partes de la partitura, la orquesta
podría realizar su interpretación, enriqueciendo al auditorio con sus melodías
y sus armonías, mucho más esenciales.
• Durante una repetición, la mayoría de las veces, los
rockeros buscan nerviosamente, al azar, en sus guitarras, o eventualmente, en
el teclado, aquella que “quedaría bien”, sin ninguna consideración de
tonalidades (mayor/menor) de escala de referencia, si no, eventualmente de un
tema que sea lo más simple y golpeante posible.(4) La batería impone su tiempo
y nada la detendrá. Su estructura de una rigidez absoluta (tac-pum,
tac-pum-pum, tac-pum, tac-pum-pum) es la ley suprema que no da lugar a un
mínimo de búsqueda melódica y armónica (y no hablo de contrapunto) con todos
los matices que implican. Ciertamente, hablo aquí de un tipo de “rock” básico,
pero el principio es el mismo con los más “evolucionados”: el ritmo impone su
ley a los cantantes de la... libertad sin freno, sin ningún ritmo: un golpeo
violento e inexorable.
Todo el arte consiste en dar ritmo, y como autómatas, el
cantante y los otros integrantes deben contribuir a esto. Que el público quiera
romper todo, he ahí el objetivo. Los bailes de los pueblos, donde se toca
“rock”, terminan casi sistemáticamente en peleas sangrientas. Quien desencadene
el ritmo del “rock”, cosecha la violencia. Esto no es, pues, asombroso esto
pues el ritmo se dirige, como lo hemos dicho, a la parte inferior, animal del
hombre. Les ahorraré las citas de todas las “estrellas de rock” sobre esto y
los textos de la mayor parte de sus canciones.
Podríamos igualmente evocar los graves problemas
psicológicos que trae, algunas veces hasta entrar en trance, el ritmo obsesivo
del “rock”. Los más corrientes son la incapacidad para mantener la atención, y
una cierta forma de depresión. Los jóvenes suicidas son igualmente muy
numerosos. No solamente el “rock” incita explícitamente a consumir droga sino que es en sí mismo una droga. Conocí
un estudiante que no pudo participar en un Campamento de Verano de MJCF,(5)
porque durante el campamento no podía escuchar a los Rolling Stones; su
habitación estaba literalmente cubierta de afiches de este grupo, sin el cual
su vida era imposible.
Los rockeros no esconden su
objetivo: “Nuestra intención es evitar que piensen” (Paul Stanley, del grupo
Kiss). “La estrategia propia del rock’n’roll es la de conquistar los corazones
y atacar los espíritus” (Bernardo Villena, rockero brasileño).
¡Cuántos jóvenes que escuchan la
música “rock” son sus víctimas inconscientes! ¡Cuántos jóvenes católicos (¡sí!)
comprometen su salvación, derrochan los dones de Dios, son esclavos del pecado,
pierden una posible vocación únicamente porque sus inconscientes padres les
permiten escuchar la “música actual”!
¿Por qué este adolescente, que, sin
embargo, no es un mal chico, es insolente en la escuela, en su casa, perezoso,
desordenado, fácilmente colérico, inestable, replegado sobre sí mismo? Miren
qué género de música no cesa de escuchar, y tendrán una buena parte de la explicación.
Cuando el “rock” invierte en la
juventud desestabiliza su sensibilidad, destruye su voluntad, apaga las
aspiraciones de su alma y la des-conecta del mundo real porque, musicalmente,
es una aberración. Supriman el ritmo, ordénenlo, impónganle su lugar como
subalterno, descubran una bella línea melódica, denle un acompañante armónico
matizado y, entonces, comenzarán a obtener una verdadera música, aquella que
hace florecer a la juventud.
(1). He escuchado recientemente unos
extractos de la Quinta sinfonía ejecutados por Yngwie Malmsteen, un talentoso
guitarrista de rock, acompañado con un fuerte martillazo de la batería: hecho
significativo...
(2). Cfr. “El burgués gentilhombre”
de Moliere.
(3). La palabra “rock’n’roll” era
usada en ciertos ghettos norteamericanos para designar el movimiento de actos
sexuales: ¡noble origen!
(4). Cfr.
por ejemplo “Smoke on The Water", de Deep Purple.
(5). Movimiento de la Juventud Católica Francesa.