R.P. Bertrand Labouche
BACH y
PINK FLOYD
Breve
estudio comparativo de la música clásica y la música rock
“Canten este Introito largamente, pero sin
pesadez, sin grandes matices, con preferencia en una tonalidad baja. Se ve el
contrasentido que sería cantarlo fuertemente e ir aumentando poco a poco la
intensidad para darle ese brillo, bajo el pretexto de la Pascua. Sería elevar
su carácter propio y darle un carácter propio totalmente inexpresivo.
“Cántenlo, finalmente pensando solamente en El que habla y
en las cosas que El ha dicho, y verán. Para comprenderlo, hace falta saber un
poco del cristianismo y de la vida sobrenatural, el verdadero carácter de la
religión cristiana que es, ante todo, no una gran demostración exterior, no una
cuestión de sentimientos, sino una religión interior, una cosa del alma, una
adhesión de todo el ser a Dios".
Dom Gajard señala aquí la importancia
del conocimiento del catolicismo como una fuente para una buena interpretación.
Llevemos esto al mundo de la música clásica. Es claro que una seria formación
en humanidades es una de las grandes lagunas de nuestra época de técnicos y de
computadores. ¡Las teclas que nuestros jóvenes hoy día tocan no son las de un
órgano o de un piano! Ahora bien, si la música es una forma de expresión, hace
falta que haya algo para expresar por parte del músico y algo que pueda ser
comprendido por quien escucha. Si este último evoluciona en un mundo donde la
formación en humanidades (literatura, arte, filosofía, historia, música...)
está ausente y peor aún, es reemplazada por una formación excesiva en las
matemáticas, las ciencias naturales y la informática, es claro que se obtendrá
una música hecha de tecnología y de brutalidad, mientras que la música clásica
será como un extranjero porque se desarrolla en un mundo real y humano, y no
en un mundo virtual e inhumano.
La conclusión del comentario de Dom
Gajard lo demuestra de una manera sobrecogedora: “Saber que se trata de Alguien que tiene una grandeza absoluta, que nos
sobrepasa infinitamente. Saber, en fin, que nosotros no tenemos razón de ser
sino en Él, para Él, y por Él. Entonces el Resurrexi les parecerá como una
pieza única, como el verdadero canto de Pascua”.
La comprensión de esta pieza de música
gregoriana es proporcionada al conocimiento de Dios.
La comprensión y el amor de la música,
y más aún de su creación, necesitan de un mínimo de vida del espíritu, la única
que puede satisfacer y elevar al hombre.
Lo verificaremos estudiando un poco dos
piezas musicales célebres, la una de Johann Sebastian Bach y la otra de Ludwig
van Beethoven.
Primer
preludio en Do mayor, del
“Clave bien temperado”
de J. S. Bach
En el “Clave bien temperado”, compuesto para sus alumnos, Bach, como buen
profesor, clasificó los 24 preludios y fugas por tonalidades (1): las 24
tonalidades mayores y menores son presentadas en una sucesión cromática (por
semitonos) ascendente.
Bach utiliza muchos tipos de preludios (2):
“arpegios”, “figuras regulares”, “tocata”, “aria”, “invención”, “sonata en
trío”. El que va a retener nuestra atención, el primer preludio en do mayor,
es de tipo “arpegio”: Se constituye por una serie de arpegios (acordes en que
las notas están tocadas sucesivamente, por ejemplo: re-fa-la para el acorde de
re mayor). La pulsación rítmica regular, en 4/4, contribuye a crear una
impresión de balance y de tranquilidad. Es de notar que el ritmo está
subordinado a la armonía.
La preocupación del compositor es de
hacer trabajar la armonía a sus alumnos y de mostrarles qué acorde puede seguir
a otro, partiendo de un do inicial para concluir en un do.
Bach utiliza 36 acordes, siendo cada
uno tocado dos veces, con la excepción de los dos penúltimos acordes que
preparan el acorde final.
He aquí el comienzo del preludio,
siendo el primer acorde de do mayor. Este acorde introduce y concluye el
preludio...
He aquí el final:
Ciertamente, esta pieza es ante todo un
ejercicio, pero compuesto por un gran músico, aquel que Beethoven designaba
como “el padre de la armonía”. Así, más allá de un medio pedagógico sin
dificultad técnica particular, Bach escribió un hermoso pequeño preludio, a la
vez simple y de una gran riqueza armónica, que constituirá más tarde un
acompañamiento maravilloso a la melodía del Ave María de Charles Gounod. El
preludio se desvanecerá frente al canto del Ave María, favoreciéndolo. Mi
propósito es por lo tanto, mostrar que la riqueza de la armonía, sirve y
embellece la melodía, y así favorece a la belleza musical. Al contrario, es
claro que una armonía limitada a tres o cuatro acordes no contribuirá más que
a empobrecer la melodía y, por lo tanto, la música.
¿Cuáles son los numerosos acordes que
Bach utiliza en este preludio?
Do mayor, re menor séptima, sol mayor
séptima, do mayor, la menor, re mayor séptima, sol mayor, do mayor séptima, do
mayor, re mayor séptima, sol mayor, sol séptima disminuido, re menor, do
mayor, fa mayor séptima, fa mayor, sol séptima, do mayor, do séptima, fa séptima,
fa' séptima disminuido, do mayor séptima, sol mayor séptima, do mayor, sol
séptima, sol séptima, fa' disminuido, do mayor, sol séptima, do séptima, fa
mayor, sol séptima, do mayor.(3)
Sin entrar en consideraciones demasiado
técnicas, recordemos que un acorde puede ser “disonante”, como por ejemplo el
de séptima (se añade un T intervalo después de la tónica): así, el mi séptima
incluye un re que, unido a un mi, forma una disonancia. Estos acordes disonantes
piden una “resolución”, como el sol séptima cuya “tensión” es resuelta por un
do mayor.
Así, en la tercera y cuarta medida:
Dejemos estas precisiones para retener lo
esencial:
- Bach emplea una serie extremadamente
variada de acordes, constituidos de tensiones y de resoluciones armónicas
también variadas. Así, el oído no va a tener una impresión de “ya escuchado”.
- Esta rica diversidad se inscribe en
una tonalidad, la de do mayor. El acorde de mayor es el más usado. Por eso el
oído siente una impresión de unidad.
- Un ritmo regular, sin tirones,
respeta esta unidad en la diversidad.
- Sin embargo, faltaría “algo”, un
cierto acabamiento. Este bello ejercicio de armonía es sobre todo un ejercicio.
Una línea melódica le sería bienvenida. El Ave María de Gounod se lo dará.
Los acordes del preludio de Bach,
incluyendo los disonantes, ya que ellos no tienen un fin en sí mismos, mas
piden y encuentran cada uno su resolución, dan una bella coloración a la
melodía de Gounod, que canta y comenta la salutación angélica.
Por ejemplo: desde el principio, el gratia plena, tan bien expresado por el
acorde de la menor, (el único de toda la pieza), para cantar el dulce misterio
de la plenitud de gracia en María; en la segunda parte del Ave María, que es
una oración del hombre pecador, los acordes disonantes, relativamente
numerosos, traducen la miseria del hombre pecador, la gravedad del momento de
la muerte, mientras que los acordes mayores muestran la confianza en Nuestra
Señora, su poder de intercesión, etc.
Texto, melodía, armonía, y ritmo: El
orden que engendra la belleza musical.
....Escuchen este Ave María, estimados
lectores, lo comprobarán fácilmente.
La
sonata para piano n° 23, “Apassionata”,
Opus
57, de L.V. Beethoven.
Beethoven compuso esta sonata en 1805,
entre la sinfonía heroica (1803) y la célebre Quinta sinfonía (1808), durante
la época de su apogeo, cuando su obra se reviste de una extraordinaria fuerza
de expresión.
En esta pieza para piano forte, “Beethoven lleva hasta los límites tanto las
dimensiones de la obra como las posibilidades sonoras del piano de aquella
época: abandona las categorías estéticas en uso y cambia la belleza tradicional
(4)”por un nuevo tipo de expresión”.(5) Ciertamente, la estructura es de
una sonata clásica (exposición-desarrollo- recapitulación-coda (6), pero “masas sonoras de una intensidad máxima
vienen a hacer irrupción bruscamente: en el matiz ff,(7) sobre un ritmo
sincopado, acordes masivos de fa menor, en un movimiento ascendente, rompen brutalmente
la línea temática y la atmósfera (compás 18), pero este episodio prepara al
mismo tiempo la llegada de un segundo tema ascendente en la bemol mayor (compás
35), con una melodía noble indicada pp dolce”:
Beethoven habría respondido a
Schindler, que le preguntaba el significado de las sonatas op. 31 n° 2 y opus
57: “¡Leed La Tormenta de Shakespeare!”.
La sonata op. 31 n° 2 es en efecto conocida bajo el nombre de “La Tormenta”,
pero la opus 57 bajo el nombre de “Appassionata” (8) Sin embargo aquella evoca
una verdadera tempestad por sus martillazos y desencadenamientos rítmicos
acompañados de violentos contrastes armónicos.
Esta pieza traduce la lucha de las
pasiones que son presa del destino, la energía interior de este “Napoleón de
la música”: “Yo nunca jamás había visto
un artista tan poderosamente concentrado, tan enérgico, tan interior”,
decía de él Goethe. “Hay seis hombres
dentro de él”, habría afirmado Haydn. Uno querría ver ahí la coronación de
la vida espiritual de Beethoven, la lucha contra el destino (tema que se
encuentra en su Quinta sinfonía: sol-sol-sol-mi: el destino que golpea la
puerta...)', después, la aceptación seguida por un sentimiento religioso, notablemente
en el segundo movimiento, el andante con moto, antes del surgimiento del finale:
Esta sonata ilustra el poder que puede
ejercer el ritmo de una composición sobre el corazón y las pasiones humanas, al
precio de una sofocación de la melodía y de una fuerte tensión armónica.
Beethoven no va a llegar al punto de sacrificar la música por el ritmo, como
hacen los grupos de hard rock, pero él sabe desencadenar el ritmo como ningún
otro músico había jamás pensado u osado hacerlo.
De una cierta manera, sus efectos
rítmicos son más violentos que los del rock, porque inteligentemente son
puestos en contraste con melodías revestidas de una gran nobleza y suavidad, o
de una profunda religiosidad.(9) Una composición musical que se reduzca
esencialmente al ritmo no sabe proponer estos contrastes; no es sino violencia.
Volveremos a este punto. Que nuestros jóvenes escuchen a Beethoven, ahí encontrarán
aquello que el rock no les puede dar: fortaleza, nobleza y profundidad.
Entremos por ahora en la estructura
misma de la sonata “Appassionata”. Yo les sugiero escucharla mientras leen el cuadro
que nos ha dado S.E.R. Mons. Williamson, gran conocedor de Beethoven:
...¡Uf!, ha pasado la tempestad, el
volcán ha puesto fin a su erupción. Un contemporáneo de Beethoven decía que,
después de haberla escuchado en piano, ¡él había sido incapaz de encontrar su
sombrero en el vestuario!
Berlioz narra así el entusiasmo
frenético que produjo entre los parisinos las tres primeras ejecuciones de la
Quinta sinfonía (ejecutadas en 1828 en un intervalo de seis semanas), así: “El
auditorio, en un momento de vértigo, cubrió la orquesta con sus gritos; eran
exclamaciones furiosas, mezcladas con lágrimas y con carcajadas... un espasmo
nervioso agitaba toda la sala”.
...Podría uno preguntarse si esta
reacción no es la misma de una muchedumbre durante un concierto de rock.
Distingamos:
• En tanto que es una música
revolucionaria, cuyas audacias y violencia rítmicas (memorizar esto) y los
fuertes contrastes armónicos destruían las reglas musicales de la época: Sí.
Las mismas causas producen los mismos efectos.
• En tanto que una obra de un músico
que domina perfectamente un material musical melodía /armonía original y muy
rico, aun en un contexto agitado y pasional: No. No se puede afirmar que este
poder emocional inmola el arte musical en el simplismo de una brutalidad sin
alma. Beethoven es un gran músico —que un Pío XII apreciaba mucho— y que
profesaba una profunda admiración por Johann Sebastian Bach, de quien se
inspiró muchas veces; decía de él “que no se debía llamar «Bach» («arroyo», en
alemán) sino océano".
Toda la música de Beethoven no está
hasta este punto tan desencadenada; lejos de eso su concierto para violín y
orquesta, su quinto concierto para piano, el adagio lleno de una noble
dulzura, sus cuartetos para cuerdas, muchas de sus otras obras, unen
maravillosamente la imaginación creadora y la maestría del arte musical, siendo
estos los dos componentes del genio.
Los críticos vieneses, que se
encontraban tan descontentos y reservados después de la creación de la Primera
sinfonía —uno los comprende— encontrarán para esta sinfonía términos muy
elogiosos después de cinco años: “una magnifica creación artística, que
despliega con tanto esplendor y gracia una riqueza inaudita de excelentes
ideas, y en la que reinan en todo momento la coherencia, el orden y la claridad”.
La música de “ese sordo que entendía lo infinito”,(10) impregnada de voluntad,
de poder, de sensibilidad y de imaginación conquistadora marcó todo el siglo
XIX, el siglo del romanticismo.
Es cierto, sin embargo, que se debe
extraer una lección de esta sonata, que merece bien el nombre de
“Apassionata”: un ritmo desencadenado, sincopado, una fuerte tensión armónica
debida al empleo de acordes disonantes repetidos y no resueltos, los crescendos
desmesurados tienen efectos sobre la sensibilidad y las pasiones humanas, pues
su origen es, precisamente, pasional. Inestabilidad, frustración, exacerbación
son el resultado.
Ciertamente, un volcán en erupción
ofrece un espectáculo donde la grandeza no es sinónimo de fealdad, ¡pero es
mejor no acercarse demasiado a él!...
Pero cuando nuestros jóvenes pretenden
que la “música de papá” es amanerada, sería necesario incitarlos a acercarse a
este volcán, por lo menos para destruir sus prejuicios; y puede ser que esto
los lleve a reflexionar un poco sobre la naturaleza y el valor de la música
“rock” con la cual se llenan y sufren sus consecuencias.
NOTAS:
(1). También Chopin clasificó sus 24
preludios (op. 28 - 1839) por tonalidades, no en una sucesión cromática sino
según el ciclo de las quintas.
(2). Ulrich Michels, p. 145.
(3). Aquí los acordes son designados
sin precisar algunas diferencias; así, todos los sol 7a no son tocados
igualmente.
(4). Al contrario, su sonata Opus 2, n°
1 es de forma clásica.
(5). Ulrich Michels, pág. 403.
(6). Movimiento sobre lo cual se acaba
una pieza musical.
(7). Fortísimo.
(8). Fue dedicada al Conde Franz von
Brunswick, quien le dio este nombre.
(9). Escuchar en la Appassionata el
desarrollo del primer movimiento con sus momentos líricos o el andante con sus
suaves variaciones.
(10).
La expresión es de Víctor Hugo. La sordera conducirá a Beethoven casi al suicidio,
como lo reveló en su testamento de Heiligenstadt.