O la Resistencia Anticapitalista “esponsoreada” por las
multinacionales
Por Guillermo Rojas
Los que hayan leído
el subtítulo de esta nota, se habrán puesto a reír a carcajadas pensando que al
autor “le faltan algunos jugadores”.
En realidad no es así
(al menos en lo referente al tema en cuestión): en este mundo extraño y
contradictorio de la globalización, podemos encontrar comunistas que trabajan
para empresas del capitalismo más concentrado; izquierdistas acérrimos y
guerrilleros que se comen un yanqui crudo todos los días,
financiados por fundaciones norteamericanas; socialistas que respetan a
rajatabla las reglas del liberalismo económico; progresistas que aúllan contra
el FMI, mientras por detrás le entregan la billetera (la nuestra por
supuesto) y un interminable etc. de situaciones similares.
La cultura ya sabemos
que no es ajena a dichos avatares y la música no ha quedado fuera de estos
manejos. Un ejemplo es nuestra ya conocida música “narcobolche” de la que nos
hemos ocupado en este diario, en ocasión de las declaraciones de uno de sus más
encumbrados personajes locales.
Santaolalla cuando era más joven. |
Hemos dicho más o
menos cuáles son los elementos de esta música, fundamentalmente tributaria del
movimiento rock y por ello con una temática similar: sexo, consumo de
narcóticos y anarco-rebelión, en este caso puntual, como supuesto cóctel
contestatario y “moralizador” contra el sistema decadente que padecemos.
Pero, si pretendemos
que esta es la realidad e identificamos lo que la propaganda y las canciones
dicen con las reales motivaciones de quienes dirigen y ejecutan toda esa
magia, indudablemente nos recibiremos de giles con diploma de honor.
Donde profundizamos
un poco, donde raspamos la pared publicitaria, nos encontramos enseguida con la
realidad desnuda contante y sonante de la guita a raudales, que este tipo de
manifestaciones culturales - descerebrantes, opiáceas y marketineras del
consumo de alcaloides y otras substancias peligrosas y/o prohibidas entre la ya
maltratada juventud- le producen a un grupo de empresas y empresarios que explotan
a escala internacional este género musical.
Entre ellos
sobresaldría un argentino, que muchos de los lectores, de alrededor del medio
siglo de vida, tal vez recuerden. Se trata de Gustavo Santaolalla, que se
hiciera famoso por ser uno de los introductores de la denominada música
progresiva, que interpretaba con el bucólico conjunto Arco Iris, allá por
fines de la década de los sesenta y principio de los setenta, con melena y
barba larga.
De la comuna hippie al sillón executive.
Nuestro hombre es la
materia gris de un pool de empresas que se dedican a explotar a escala mundial
este tipo de música seudo- contestataria. Según el mismo lo dice, recorrió un
largo camino que, luego de ser monaguillo y aspirante al sacerdocio, lo llevó
de formar parte de una secta del flower power (donde se practicaba el lavado de
cerebro), como él mismo define a Arco Iris, a ser el ejecutivo estrella de la
música rock Latinoamericana.
Como no podía ser de
otra forma, admira al Che Guevara diciendo de él: “El año que mataron al Che yo estaba grabando mi primer disco. Entonces
él es parte de mi crecimiento y es una figura que siempre será un referente no
sólo como argentino, sino como americano y como ser humano” al mismo tiempo
que afirma (cuando no) haber sido perseguido por la Dictadura Militar, por lo
que terminó “exiliado” (ignoramos si pedirá indemnización), no precisamente en
el paraíso socialista, sino en las doradas playas de California, donde
comprendió finalmente cual era la máquina y la sustancia con que funcionaba la
música de la que era fanático: las empresas multinacionales discográficas y el
dinero.
Luego de haberse
“dado con todo” (a buen entendedor pocas palabras), según el mismo afirma
risueñamente, produjo de “Ushuaia a La Quiaca” con León Gieco (no sabemos si
narco pero bolche seguro). Luego realizó lo que llama un mapa musical del continente,
en realidad una serie de estudios de mercado sobre la música Latinoamericana y
formó el sello discográfico SURCO, que actualmente preside, con el que reclutó
a los Cadillacs, la Vela Puerca, Bersuit, Café Tacuba, Molotov, Árbol, Control
Machete y otros conjuntos menos conocidos, al mismo tiempo que realizaba bandas de sonido para las empresas
filmográficas norteamericanas.
Santaolalla hoy, oscarizado. |
Pronto
su discográfica se convirtió en el sello Under, asociada a la multinacional Universal
Music Group (UMG) (1), de la que depende actualmente. Enterándonos así, de
forma más que fehaciente, a quienes reportan personajes como el descrito y quiénes
se benefician millonariamente con la cultura de la contestación social trucha y
el panegírico del descontrol, la droga y el alcohol. Finalmente todo este circuito supuestamente revolucionario terminaba
en una empresa transnacional.
El
‘ ‘verso’ de la resistencia musical
antisistema
Así, este personaje se ha constituido en la primera espada de las
empresas discográficas yanquis, en este caso la Universal, en la explotación
del negocio de la contracultura y de una suerte de anarco-resistencia al
sistema planteada desde el ámbito de la música. Aunque sus bolsillos se
encuentran abultados millonariamente trata de pasar desapercibido y hacer
creer que es un sujeto común y corriente que vive al día contando moneditas y
que “trabaja para pagar sus impuestos” (sic). Demagógicamente intenta pasar
por un explotado más del sistema. Un desposeído que quiere rebelarse y resistir
al imperio por medio del arte. Al mismo tiempo rechaza la afirmación de ser el
Rey Midas del rock latino, ya sabemos el prurito que tienen los progresistas de
que se sepa que embolsan dinero. Que “se sepa”, porque de embolsarlo no
tienen prejuicio alguno así venga del supuesto enemigo.
Francamente, si no
fuera que toda esta mascarada burda de la resistencia
musical existe, y capta a ejércitos enteros de incautos a quienes les
corrompe la inteligencia y los anestesia justamente y entre otras cosas, para evitar que resistan, habría que inventarla
para morirse de la risa.
En el 2002 la empresa
discográfica nominalmente de Santaolalla auspició un concurso cultural, uno de
cuyos capítulos comprendía la música. Dicho evento fue profusamente
publicitado por la prensa izquierdista y progre como el actual boletín oficial
Página 12 (en aquel momento fingiéndose independiente), el suplemento imbecilizante,
que para la juventud elabora el diario de la viuda de Noble y otros canales con
la inefable Rock and Pop a la cabeza. Se trataba de un supuesto “Festival de la Resistencia". De
allí saldría un conjunto de entre muchos de los inscriptos, que grabaría un CD
con el sello SURCO. Además de ganar unos cuantos miles de dólares, algo más de
20 mil, aportados por la discográfica transnacional que auspicia estas
manifestaciones musicales, la Universal Music Group.
El grupo agraciado
resultó llamarse La Zurda, podríamos decir un nombre y un destino.
Hacia
la libertad por el porro
Para tener una somera
idea de cuál es el ideario de los grupos que reciben el apoyo y la promoción de
nuestro hombre y por ende de la empresa transnacional discográfica que se mueve
detrás, reseñaremos algunas opiniones vertidas por los personajes que componen
La Zurda que luego de ganar se pusieron la venda antes de la herida: “Somos una banda under con una compañía multinacional,
nada más, nos sigue costando pagar la luz y el agua”, no sea cosa que
alguien avive el seso y los identifique con lo que dicen combatir. Además de
decir que solo les interesa la Revolución, tratando de justificar o
justificarse (mal de muchos consuelo de tontos) afirmarán: “faloperos somos todos, desde el que toma
Coca Cola hasta el que va a Showcenter” como si las dos últimas cosas
fueran lo mismo que la marihuana y la cocaína agregando para rematar: “La política de La Zurda es hacer música
desde un punto de vista social, desde el momento en que agarramos un charango y
decimos falopero a este mundo, estamos haciendo política”.
Esta mezcla de
ideología de izquierdas, justificación y minimización de la drogodependencia,
comparándola y asimilándola al gusto por los caramelos o las bebidas gaseosas es una de las temáticas de la música narco-bolche.
De la misma manera y
en una misma canción de La Vela Puerca se apelará a la llegada de una Legión
Libertadora contra el imperio y al mismo tiempo se dirá a los escuchas “vayan pelando las sedas que la Vela ya llegó”,
en una alusión a los papeles para armar cigarrillos de marihuana o porros.
El recurrente tema de
la resistencia contra el capitalismo, no es más que una pantalla, una pantalla
formada por el mismo hecho de hablar permanentemente de algo que no se lleva a
la práctica jamás, algo con lo que se entretiene mientras se hace creer que la
droga es rebeldía contra el sistema, cuando es un método más de control social
igual que la música que mencionamos.
El imperio sabe de la
enorme energía de la juventud de estas latitudes y que en definitiva muchos de
sus integrantes intuyen oscuramente la existencia de la Patria como la Tierra
que hay que defender. Por ello necesitan canalizar esa energía hacia la nada
para evitar que se torne resistencia real. Eso se logra con este tipo de
música para corromper la inteligencia y la conciencia e impedir que los jóvenes
resistan. Es la anestesia, el opio para seguir chupándonos la sangre con más
tranquilidad e indefinidamente. De eso se ocupan diligentemente estos
ejecutivos con aspecto de hippies, esa es la finalidad de la contracultura
diseminada por las empresas transnacionales. Este es el verdadero opio de los pueblos.
Referencia del Director:
(1)
Pertenece
a la dinastía Bronfman, propietaria de la compañía originariamente de bebidas
Seagram Co., que a su vez, tiene el control del 80% de MCA. Ésta, a su vez es
propietaria de RCA y de Universal Studios. La familia también tiene intereses,
entre otras empresas, en Time Warner, Hees International Bancorp, Noranda, John
Labalt, y Royal Trustcorp. Su actual presidente es Edgar Bronfman Jr., hijo de
Edgar Bronfman, que se desempeña como Presidente del Congreso Judío Mundial y
que en tal condición condujo una campaña para obtener una compensación de los
bancos suizos para las víctimas del Holocausto.
Patria
Argentina,
Diciembre de 2004.