por Guillermo Rojas
(“De
Patagones a Cromagnon”)
Uno
de los elementos teóricos con que se maneja el Progresismo y con el que ha
inundado las cátedras educativas de colegios y universidades es el denominado constructivismo.
Uno
de los máximos exponentes de esta teoría es Gregory Bateson, un biólogo y
antropólogo vinculado al instituto Esalen, ya mencionado en este trabajo. Este
estudioso formaba parte, junto con otros profesores, del denominado Grupo Palo
Alto, llamado así por el lugar donde se habían reunido en el estado de
California.
La
teoría del constructivismo sostiene que no existe una realidad independiente y
anterior al proceso psicológico del hombre que conoce. Uno de sus presupuestos básicos
es que cuanto sabemos y creemos es fruto del lenguaje con que comprendemos y
transmitimos nuestras percepciones y que, sobre una misma realidad, pueden
darse diferentes puntos de vista, todos ellos igualmente válidos.
Al
hablar, vamos creando la realidad junto con nuestros interlocutores. En pocas
palabras, la realidad no existe en tanto no haya alguien que conozca esa
realidad y la pueda describir mediante el lenguaje, el discurso, transmitiéndola.
O sea, no existe la realidad, tampoco existe la Verdad, pues sobre una misma
cosa pueden darse varios discursos, todos ellos válidos.
En
un texto constructivista puede leerse lo siguiente:
“Los americanos cuentan que un
día se reunieron tres árbitros de béisbol y empezaron a hablar sobre su
trabajo. Uno de ellos decía: 'Hay jugadas de éxito y jugadas fallidas, y yo
determino lo que es cada cual'. Otro decía: Hay, efectivamente, jugadas de
triunfo y de fracaso, y yo sanciono lo que veo que son'. Mientras el tercero
apuntó: 'No existen jugadas de éxito o fracaso, en tanto que yo no las haya
sancionado como tales'. Evidentemente, el primero que habló pretendía ser
objetivo, creía que hay una realidad independiente de su proceso psicológico
perceptivo y anterior al mismo. Los otros dos eran constructivistas, el segundo
más radical que el primero.”
En
efecto, el primero es realista existen jugadas de éxito o fracaso y yo señalo
cuáles son: existe la realidad y yo la conozco y la señalo. El segundo: hay
jugadas de éxito y de fracaso. Yo sanciono lo que veo que son. Existe la
realidad y yo tengo un punto de vista sobre ella, opino sobre la misma. El
tercero: no existen jugadas de éxito
o de fracaso en tanto yo no las haya sancionado como tales: la realidad no
existe. Yo determino cuál es la realidad y la construyo.
Como
veremos más adelante, esta manera de pensar es de importancia capital en lo que
hace al presente trabajo. Será un lugar común después, tanto en la subcultura
rock como en el progresismo, hablar de construirse diferentes realidades
mediante diversos métodos. En esos métodos no estarán ausentes las drogas
psicodélicas.
Bateson
llegó a realizar experimentación con narcóticos posiblemente como parte de un
plan sistemático de los servicios de inteligencia norteamericanos. Este personaje,
su mujer y varios miembros del Instituto Esalen habían trabajado, al igual que
los miembros del Instituto, para la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) del
gobierno americano, la antecesora de la CIA. La cual trataba de experimentar
con esas drogas con fines políticos de control social. Como veremos más
adelante, sería el puntapié inicial en la masificación del consumo de narcóticos
en EE.UU. y, finalmente, a nivel mundial ayudada entre otros medios por la
cultura rock.
Gregory
Bateson trabajó como antropólogo para la OSS. Condujo luego una clínica
experimental de drogas alucinógenas en el hospital de veteranos de guerra de Palo
Alto, de donde salieron los primeros ideólogos del "hippismo”. A finales
de los años sesenta Bateson fundó la “Clínica Libre” en la que siguió
experimentando con drogas. Al personal de la clínica de Bateson pertenecía, por
ejemplo, el doctor Ernest Demberg, oficial de la inteligencia militar,
posiblemente asignado al proyecto sobre alucinógenos Mk-Ultra, con el que nos
volveremos a encontrar más adelante.
A
mediados de los sesenta, la CIA y la inteligencia británica decidieron poner en
marcha sus planes para controlar la revolución juvenil. Se promocionó desde medios
afines la música rock; se aprovechó la “infraestructura ocultista” creada por
Aldous Huxley en California, al mismo tiempo que se publicitaba a todo tipo de
sectas como los Hare Krishna o el Templo del Pueblo. Otras referencias de la
actuación de los constructivistas para los planes de Inteligencia yanqui lo
podemos encontrar en el trabajo de Michel Minniccino llamado “El nuevo
Oscurantismo: la Escuela de Frankfurt y la Pureza Política”:
“En 1942 la Oficina de
Servicios Estratégicos, la unidad de espionaje y operaciones clandestinas de
los EE.UU... le pidió a James Baxter, rector de la Universidad de Harvard,
organizar la rama de investigación y análisis dentro de la división de
inteligencia de la OSS. Para 1944, dicha rama había reunido tal número de celebridades
de entre los académicos de la emigración que H. Stuart Huges, recién doctorado
por entonces, comentó que trabajar allí era como estudiar otra carrera universitaria
a costa del gobierno... Otros empleados de la rama Investigación y Análisis
eran... Gregory Bateson, marido de la antropóloga Margaret Mead (quien escribía
para la revista de la Escuela de Frankfurt) y Arthur Schlesinger el historiador
que se incorporó al gobierno de Kennedy”.
Esto
ocurría en EE.UU. en los años ‘50 y ‘60, cuando se buscaban por todos los
medios otras realidades, con los auspicios de los planes de Inteligencia
norteamericana. Lo cierto es que, hoy en día, en nuestro país se educa a miles
de personas diciéndoles que la realidad no existe y que cada uno puede
construirse una realidad y una identidad propia e ir variándola con el
discurso. Lo mismo sucede con la historia en la cual se muestran ciertos hechos
y se silencia otros.
Así
nos dicen los constructivistas que puesto que no hay un criterio válido para
discernir si una teoría es verdadera o falsa, hay que refrendar aquellos
planteamientos que sean útiles, coherentes con su contexto, y no excluyentes
del cambio.
Dada
la absoluta ambigüedad de los términos que se emplean sería interesante saber
para qué y de qué cambio se está hablando. De allí lo fácilmente manipulables
de todas estas teorías donde no existe ni lo verdadero ni lo falso, donde todas
las opiniones sobre algo son igualmente válidas, donde todo navega en una
subjetividad radical.
No
nos olvidemos que desde que el sistema actualmente vigente se encaramara,
gobernando la Argentina, se vive hablando de construir la memoria y la
historia. En ello no son ajenas las teorías de Bateson y compañía mechadas con
las de Benjamin con referencia a los hechos históricos, especialmente “Tesis
sobre la Filosofía de la Historia”, que Benjamin tituló solamente “Sobre el concepto
de historia”, en lo atinente al repudio de la historia como sucesión de hechos
realmente ocurridos y cronológicamente ordenados. Para Benjamin articular
históricamente el pasado no significa conocerlo ‘como verdaderamente ha sido’
(tesis VI). Este autor sostiene que con el relato de la historia
cronológicamente ordenado según el criterio tradicional lo que se pierde es el
“principio constructivo” (tesis XVII) que, necesariamente, es el único que
permite “articular históricamente el pasado” (tesis VI). Benjamin propone una
recuperación selectiva de solo ciertos hechos, sucesos y procesos, definida
justamente desde el establecimiento de ese “principio constructivo”, el único
que, en cada caso, permite descifrar y dar sentido al complejo rompecabezas del
momento o del problema histórico específico que investigamos. Se construirá la
Historia en base a ciertos hechos (reales o no) que el historiador-ideólogo
considere importantes.