por
Carlos A. Manfroni
Casi diariamente los
medios de comunicación masiva comentan (y fomentan) los grandes recitales de
rock que se organizan en nuestro país arrastrando a los estadios que les
sirven de escenario a miles y miles de jóvenes, a similitud de lo que ocurre
en la mayor parte de los países de occidente; las letras de las canciones
progresivas son publicadas, y los adolescentes las entonan en sus casas,
colegios, bares, clubes y reuniones parroquiales; los discos y “cassettes"
de rock superan día a día los más altos niveles de venta, y las radioemisoras
los transmiten en todos los horarios. A veces puede observarse a algunos
jóvenes que caminan por las calles de Buenos Aires con auriculares colocados y
unidos por un negro cordón umbilical a un pequeño reproductor de sonido que les
martillea y martillea en los oídos el rítmico mensaje; sus cabezas se mueven
como afectadas por un extraño "Parkinson"; sus ojos absortos en la
nada, la mirada no existe, el mundo tampoco, sólo el rock y el "yo",
o —tal vez— sólo el rock. Y entonces nos asalta la sensación de habernos
sumergido en una novela de Ray Bradbury. Pero, sin embargo, es la realidad; una
realidad que pocos ven.
Algunas personas adultas
protestan por los pelos largos, por el ruido o por la vestimenta de los
"rockeros'. Otros se limitan a decir que es simplemente una moda que ya
pasará, como el tango o el jazz. Casi nadie dice nada de fondo sobre el rock.
¿Qué es lo que está
ocurriendo para que permanezcan ocultas —a pesar de su vociferante evidencia—
le naturaleza y magnitud del movimiento "artístico" más subversivo,
anticristiano, antimetafísico y contracultural de todos los tiempos?
¿Qué sucede para que no
se advierta la trascendencia de este fenómeno detrás del cual se encolumnan
monstruosos capitales?
Las respuestas son
varias. Debe señalarse, ante todo, que esto demuestra la escasa trascendencia
que en nuestros tiempos se atribuye a las cosas importantes; particularmente en
este caso: a la juventud y a la influencia del arte en el espíritu.
Quien conociera a los
jóvenes de hoy, sabría hasta qué punto muchos de ellos se encuentran atrapados
por la música progresiva, poseídos por su ritmo, condicionados por sus letras;
de qué manera sus autores e intérpretes son venerados como sacerdotes de su
infausta mística.
Quien supiera algo
—aunque fuera por propia experiencia— acerca de la influencia del arte sobre el
espíritu humano, sabría también —como dice Boixadós en un estupendo trabajo que
citaremos muchas veces a lo largo, de estas notas— "...que el arte conlleva un gran poder de conversión. Conversión
que, a través del arte, ilumina el terreno político o religioso".
(Boixadós Alberto; "Arte y
Subversión"; Areté; Bs.As. 1977, pág.22).
Pero la razón de fondo
de la actual impunidad moral del rock frente a la opinión pública es su
mimetismo.
La sociedad actual no
distingue al rock como a su enemigo, porque éste se encuentra mimetizado en
ella.
No advierte que es
subversivo, porque ella misma ha perdido la noción del Orden Verdadero.
No repara en que es
materialista, porque ella misma se ha vuelto materialista.
No lo acusa de
anticristiano, porque ella misma está volviendo la espalda el Cristianismo.
No vislumbra su
antimetafísica, porque ella misma se burla de lo Sagrado.
No rechaza su
antiestética, porque ella misma ha extraviado el sentido de la Belleza.
No ve en él a la
contracultura, porque ella misma ha abandonado su propia cultura.
En una palabra: no
siente que carcome sus esencias, porque ella misma ignora sus esencias.
Al igual que ciertos
animales que se mimetizan con la corteza de las plantas para sorber la vida
que aún tienen por dentro, así el rock se mimetiza con la parte seca de la
comunidad, no para lograr su rejuvenecimiento, sino para destruir la vida que
existe en su interior. Si el rock siembra escepticismo en una comunidad, es
porque su juventud ha perdido el sentido de su Juventud. El ataque contra el
rock debe importar un reverdecer desde adentro: la defensa de la Fe, la Juventud
y la Vida, contra la náusea, la podredumbre y la Muerte.
Revista Cabildo 2ª Epoca Nº 61 - Febrero de 1983.
Revista Cabildo 2ª Epoca Nº 61 - Febrero de 1983.