por Mons.
Richard Williamson
El pintor Francés Paul Gauguin (1848-1903)
repudia a la sociedad moderna por el bien del arte, sin embargo el arte que él
mismo prefirió por encima de su esposa y de sus cinco niños parece no haberle
traído paz (EC 175). El novelista Inglés Somerset Maugham (1874-1965) escribe
una versión de la vida de Gauguin algunos años después que parece confirmar el
repudio y la falta de paz (EC 176). Pero ¿por
qué el artista moderno se encuentra en conflicto con la sociedad que él mismo
refleja y que lo respalda? Y ¿por qué el arte moderno que él produce
normalmente es tan feo? Y finalmente ¿Por qué la gente persiste en respaldar el
arte feo?
El artista como rebelde retorna a los
Románticos. El Romanticismo floreció
junto con la Revolución Francesa,
que no hizo más que estallar en 1789, porque sigue derribando trono y altar
desde entonces. Los artistas modernos, reflejando la sociedad en donde viven
-inevitable para los artistas- poco a poco repudian siempre más a Dios. Ahora
si Dios no existe, entonces ¿no debieron los artistas haber florecido
serenamente en su recién fundada libertad lejos de esa ilusión de Dios que ha
dominado las mentes de los hombres desde tiempos inmemorables? ¿Pero qué vemos?
¿Es el arte moderno sereno? ¿No inclina, por el contrario, al suicidio?
Por otra parte, si Dios existe y si el talento
del artista es un regalo de Dios para ser usado para su gloria, como
proclamaban incontables artistas en el pasado, entonces el artista sin Dios
estará en lucha con su propio regalo, y su regalo estará en guerra con su
sociedad, y la sociedad en guerra con su regalo. ¿No es esto lo que observamos
a nuestro alrededor, por ejemplo el gran desprecio de los materialistas
modernos por todas las artes, bajo la apariencia fingida de respeto?
Si Dios existe, de cualquier forma las preguntas
presentadas anteriormente son fácilmente contestadas. Primeramente, el artista
está en desacuerdo con la sociedad moderna porque el aliento de Dios dentro de
sí mismo, que es su talento, sabe que su sociedad es despreciable entre más
irreligiosa sea esta. El hecho de que la sociedad lo apoye aún, sin importar su
desprecio, la hace simplemente más despreciable. Como comentó alguna vez Wagner cuando su crecida orquesta se
traducía en tener que eliminar una fila de asientos en el teatro, "¿Menos
oyentes? ¡Tanto mejor!". En segundo lugar, ¿cómo puede un regalo de Dios
que se torna en contra de Él producir algo armonioso o bello? Para que
cualquier persona pueda considerar el arte moderno como bello, esta debe de
voltear el significado mismo de las palabras: "Bello es feo y feo es
bello" (Macbeth) - sin embargo, ¿cuándo tan siquiera un artista moderno ha
confundido la fealdad por la belleza en una mujer? Y en tercer lugar, la gente
moderna persistirá en revertir el significado de las palabras porque le está
haciendo la guerra a Dios y no tiene ninguna intención de dejar de hacerla.
"Mejor el turbante turco que la tiara del papa", decían los griegos
justo antes de la caída catastrófica de Constantinopla de 1453. "Mejor
Comunismo que Catolicismo", dijeron los Senadores Americanos después de la
Segunda Guerra Mundial, y se les concedió su deseo.
En resumen, Wagner, Gauguin y Maugham así como
miles de artistas modernos de todo tipo tienen razón en despreciar nuestra
Cristiandad de seis peniques, pero la respuesta no está en hacerle más la
guerra a Dios con el arte moderno. La respuesta está en dejar de hacerle la
guerra a Dios para darle nuevamente la gloria que se le debe, y colocar a
Cristo de regreso en la Cristiandad. ¿Cuánta más fealdad se necesitará para que
los hombres vuelvan a la tiara y escojan una vez más al Catolicismo? ¿Les
bastará con la Tercera Guerra Mundial?
Uno puede dudarlo...
Kyrie eleison.
Comentarios Eleison Nº 177, 4-XII-2010.