Un ideólogo es alguien que reduce,
contamina y falsifica la realidad.
La esencia más íntima de la Ideología es la
subversión de lo accidental contra lo substancial, de lo múltiple contra lo
uno, de lo contingente contra lo necesario, de la cantidad contra la calidad,
de lo inferior contra lo superior, de la NADA contra EL SER. Su fórmula mis
terrible y mis lógica es el non serviam
de Satanás. La rebelión de la creatura contra el Creador y la entronización del
hombre endemoniado en el sitio que sólo corresponde a Dios.
La ideología se enseñorea hoy en todo. En
economía y en política, en la ciencia, en las costumbres, en la moral, en el
arte y en la cultura. Todo parece querer llevar el signo de la rebelión de la
nada.
Este libro es una declaración de guerra contra
las principales ideologías dominantes. Una voz de alarma, un sarcasmo
ilevantable ante tanta baratura intelectual, un guante arrojado al rostro de
tantos embusteros, una invitación a desenmascararlos y a bregar sin desmayos
para la restauración de la Verdad.
Porque no hay otro camino que el que
sintetizó Gracián CONTRA MALICIA, MILICIA.
LA OBRA
Fuera del ser no hay nada. El conocimiento
consiste en la adecuación de la inteligencia con el ser de las cosas. Para
crecer en sabiduría, pues, hay que empezar por contemplar la realidad. Esto es
lo que dicta el sentido común. Sin embargo, siempre ha habido individuos a
quienes lo real ni los ata ni les importa, que se rebelan contra esa natural y
legitima dependencia del sujeto del conocimiento. Anteponiendo la razón o la
conciencia, niegan tributo a la verdad objetiva y lucubran un "pensamiento"
o ideología de reemplazo. Frente a la normal conciencia del ser ensueñan un
"ser de conciencia", rigurosamente ficticio y vacío de contenido.
Además, para compensar esa inexistencia ontológica, proponen a sus entes
ideales con quemante ardor psicológico y desbordante calor literario, tratando
de deslumbrar, con esos fuegos fatuos, a los ingenuos que los siguen. Por otra
parte, ese desarreglo mental se compadece muy bien con alguna anormalidad
psicopática, por lo que su estudio cae ya de lleno en el campo psiquiátrico.
Durante siglos tales conductas desequilibradas, al ser excepcionales, merecían
el tratamiento adecuado, o, cuando menos, un juicio despectivo. Pero sucede,
que a partir de la segunda mitad del siglo que corre esas actitudes se han
generalizado de un modo decididamente alarmante, al punto de hacer perder la
capacidad de asombro o curación. Incrustadas la mayoría en la negación
hegeliana-marxista, emiten pseudopodios hacia todas las direcciones del saber y
de las ciencias. Cual tropicales plantas ponzoñosas, florecen atrapando
corazones y mentalidades enfermizas. Así se ha alcanzado una etapa de la
decadencia en que esa llamativa eclosión de irrealidad, con genuino
desprejuicio, se vanagloria de exaltar a la Utopía como un bien en sí misma. De
ahí que presenciemos una indudable revolución o inversión del conocimiento
propiamente dicho. Eso es lo que acá se denomina como La Rebelión de la Nada.
Revuelta visceral y demencial contra el orden mismo de la creación. La de
aquellos que, por hipótesis, prefieren lo que no es a lo que es. Casos clínicos
que pueden ser analizados en serio o en broma, según se guste. El autor,
optando por una solución salomónica, sin dejar de señalar los aspectos trágicos
del problema, lo aproxima a su faz más cómica. Porque la risa puede ser, en
determinadas circunstancias, la mejor respuesta a ese triste mundo de oscuras
ideologías que nos rodea. Como tal, con una cierta sonrisa, se deben apreciar
las páginas que componen estos ensayos de tipología subversiva.
A MODO DE PRÓLOGO
Ya no se puede hablar, como hace unas
décadas atrás, de "decadencia de Occidente" o de "crisis de
nuestra civilización"; porque hoy la cultura occidental está en las
catacumbas. Los grupos dominantes en los países que alguna vez pertenecieron a
la Cristiandad o que recibieron su influjo vivificador son al presente abierta
o encubiertamente antioccidentales. Occidente está en liquidación, y la masa
de sus liquidadores se integra con la concurrencia de fuerzas ideológicas de
distinto signo pero similar intención. La "cultura" economicista de
la burguesía tecnocrática con su jerga mundialista y su soporte multinacional
ocupa uno de los primeros planos en el desvastado escenario. A su lado florecen
sectas irracionalistas que buscan develar los misterios del universo con las
técnicas gnósticas del teosofismo oriental y la "cultura"
periodística de la ciencia ficción. En el frente y golpeando brutalmente a sus
puertas está la "cultura" soviética, monolíticamente organizada por
los legítimos herederos de Gengis Khan. Y en el seno mismo de las
instituciones occidentales que antes trasmitían y creaban su cultura aparece
instalada la "Revolución Culturar, negación global y sistemática de
aquella tradición civilizadora. Estos son los signos de los tiempos que corren.
Un tiempo indigente, catastrófico y perverso que como no tiene nada real que
ofertar en reemplazo de lo que ataca se complace en llenar la mente de las
desvalidas masas occidentales con utopías absurdas y con odios negadores. Es la
Rebelión de la Nada. Todas sus potestades y dominaciones son tan estériles e
impotentes para crear y construir algo nuevo que sirva al hombre que hasta sus
"críticas" tienen que envolverlas con las viejas palabras que acuñara
nuestra derrotada civilización. Palabras equívocas y engañadoras a las que se
les ha hecho perder todo su significado. Orgullo de nuestra civilización fue el
concepto del libre albedrío. La decadencia de la libertad es hoy tan enorme que
esa voz sólo suena en los altoparlantes mundiales con dos sentidos que le son
contradictorios. Uno de ellos es el de "liberación", que usan las
termites de la "Revolución Cultural" para arremeter contra los
resabios de la dignidad humana. El otro es "derechos humanos", que
emplean sus socios liquidadores cuando desean proteger a las susodichas
termites de la justa sanción de los hombres amenazados. Los hombres que son y
se sienten libres, sobre, todo en su fuero interno que es el que más importa,
jamás ya emplean esas voces, porque saben bien que son simples consignas
liquidadoras de la libertad. Por un lado, "liberación" de la vida por
la acción de la metralleta; por el otro, el "big stick for human rights".
Una tenaza instrumentada para extirpar los muñones de libertad occidental.
Mas, como mientras hay vida hay esperanza
—y para los cristianos hay Esperanza contra toda esperanza terrenal— nosotros
nos unimos al coro de los resistentes de la catacumba; y alzamos nuestra débil
voz por la vilipendiada cultura occidental.
En ese sentido emplearemos estas cuartillas
en protestar contra los "bonzos" de la Nueva Izquierda, los grandes
maestres de la Rebelión de la Nada, los favoritos de los Medios de Comunicación
de Masas. Para desalienarnos (de nuestra condición humana) ellos recomiendan la
"desmitificación" (de todos los valores en que se asienta nuestra
vida). Les responderemos desmitificándolos a ellos y a sus mitos. Recordando en
primer lugar que esa expresión que usan es propia de los esclavos. "Para
el esclavo —dice George Santayana—, libertad significa simplemente liberación
del yugo". Libertad, en cambio, "implica libertad vital, el ejercicio
de poderes y virtudes naturales de uno mismo y del propio país". El
esclavo, para tratar de ser un liberto, procura rebelarse. "Pero la
rebelión, a lo más, sólo puede quitar de en medio algún obstáculo para la vida
libre. La sustancia y la alegría de la libertad comienzan tan sólo cuando las
facultades de la psique debidamente integradas descubren o establecen un mundo
en el cual producen su fruto específico y apropiado"1. Por eso es que le
dejamos la 'liberación" a ellos y nos quedamos con la libertad.
Los profetas de la revolución cultural han
mostrado con su ejemplo cómo uno puede 'liberarse" de varias cosas: de la
cultura, de la nacionalidad, de la moral, de las lealtades, de la piedad, de
los esfínteres, de las obligaciones y religaciones naturales, del sentido común
y, sobre todo, de la cordura. Su mensaje, decididamente, no pasa por "el
perfil de la cordura". Histerismo y liberación son socios mancomunados y
solidarios. "Yo era, fundamentalmente, un irresponsable, un intelectual
esquizofrénico", nos confiesa André Gunder Frank, uno de los maestros del
utopismo contemporáneo 2. Con las variaciones propias de cada caso encontraremos
esta nota de anormalidad psíquica en cada uno de los conductores de ciegos con
que ilustraremos esta galería de revolucionarios ilustres. Al luchar contra a
realidad del hombre, del mundo y de la naturaleza, han ido perdiendo la poca
cordura de la que alguna vez pudieron disponer. Y pretenden que los demás
también la perdamos. Por eso son unos "locos feos", porque ni mueven
a compasión ni a risa.
Por supuesto que la selección que
practicamos entre tantos "termocéfalos" y "cronólatras" es
arbitraria. Elegimos a Marcuse, a Reich, a Fanón, a Freiré, a las Casas, a
Teilhard, a Gunder Frank, a Ingenieros y a Guevara, como hubiéramos podido
hacerlo con Fromm, el marqués de Sade, Sartre, Mao, Marat, Adorno, Fidel
Castro, Küng, Cortázar y Althusser. Total hoy lo que sobran son pontífices de
la Revolución Cultural, unos vivos y otros muertos, pero todos omnipresentes
en las "mass media". Unos más personalmente respetables, otros menos;
pero todos igualmente nefastos para la suerte de nuestra civilización.
Abigarrado es el tropel de los liberadores y extensos sus dominios, desde la
Religión a las Finanzas, desde la Metafísica a la Historia, aunque sus recintos
preferidos se hallan en la antropología, la sociología, el psicoanálisis, la
literatura y la pedagogía. "Las ciencias sociales" como las convocan
con prosopopeya para que les sirvan de coartada a sus "praxis"
terroristas. En cada rubro han encontrado un filón revolucionario para
adoctrinar a los ingenuos en las hegelianas artes de la "crítica negativa".
Son tantos los negadores de oficio que no podemos materialmente acá ocuparnos
de todos. Sólo hemos optado por separar dos rebeliones estructuradas por
estamentos: la de los estudiantes y la de los clérigos. También en otras obras
que tenemos en curso de publicación analizamos más en detalle la cuestión de
las teorías anticapitalistas para consumo del "Tercer Mundo"; le
"Tiers Monde" como lo bautizaron en su usina francesa los tecnócratas
zurdos de las empresas multinacionales europeas, ávidas de convertir a esta
región del orbe en su coto cerrado de caza. Ahora que el Viejo Continente ha
caído en las garras del "eurocomunismo" de consumo, con su grotesca
fachada parlamentaria y su obscena realidad de costumbres decadentes y
aberrantes, los proxenetas de la Rebelión de la Nada, autoerigidos en guías y
censores del resto del mundo, intentan trasladar a las naciones jóvenes su
descreimiento religioso, su barullo filosófico, su abandono moral, su
anonadación política y su sometimiento económico. De esas centrales parte la
flecha envenenada del "tercermundismo" socialista, socio menor del
"mundialismo" trilateral y del comunismo moscovita. Hispanofobia
anacrónica, folklorismo telurista, anarquismo pedagógico, hagiografía cubana,
humanismo marxista, evolucionismo decimonónico, progresismo utópico,
violentismo sistemático, behaviorismo cientificista... son algunos de los
abalorios con que quieren embaucarnos. Rechazamos toda esa caduca e inservible
chatarra. El autor "no desea presentarse como imparcial ante lectores que
no lo son", escribía José Ingenieros 3, un maestro algo olvidado de la
Nueva Izquierda. Tampoco nosotros queremos ser neutrales ante ese engendro
destructor de todo lo sagrado: las creencias, la patria, la familia, el honor,
el libre albedrío. "Epater les épateurs", y que el lector juzgue
dónde hay más necesidad de "desmitificar".
Enrique Díaz Araujo
1
Dominaciones y Potestades, Bs. As., Sudamericana, 1954, pags.
94-97. .
2
Capitalismo y Subdesarrollo en América Latina, Bs, As.. Signos, 1970,
pág. 7.
3
La evolución de las ideas argentinas, Bs. As., El Ateneo, 1951, t. I,
pág. 8.