Google-Translate-Chinese Google-Translate-Spanish to French Google-Translate-Spanish to German Google-Translate-Spanish to Japanese Google-Translate-Spanish to English Google-Translate-Spanish to Russian Google-Translate-Spanish to Portuguese Google-Translate-Spanish to Italian

lunes, 7 de julio de 2014

La "espontaneidad” de la juventud rockera


¡Caramba, Qué Coincidencia!

Por Luis Antonio Leyro
Revista Cabildo n. 94 marzo 2012





Habla Paul H. Koch en su li­bro “Illuminati. La Histo­ria de una Secta Infernal”, de la Tradición, serie “de ver­dades de origen no humano, guardadas y transmitidas en beneficio de todo el género humano”, y de la Antitradición, que prostituye di­chas verdades para beneficio de los miembros de sus sociedades, cuyo “objetivo principal es la acumula­ción de riquezas y bienes’’, y “la práctica del poder personal sobre los otros”.
Inicia Koch cada capítulo citan­do a algún personaje, por ejemplo a Francois Marie Arouet (Voltaire): “La verdad es lo que se hace creer”, una admirable síntesis de una de las formas de la guerra polí­tica, la ideológica, que incluye la de­sinformación, la superficialidad, la saturación de consignas, etc., hasta llegar a la apatía ciudadana. Tam­bién a Jaques Bordiot, periodista y escritor francés: “Una revuelta puede ser espontánea, una revolu­ción jamás lo es”. Coincide en es­to con Don José Ortega y Gasset en “El Ocaso de las Revoluciones” (1923): “el hombre se rebela con­tra los abusos del poder”, mien­tras que “el revolucionario contra los usos”. Y considera a las revolu­ciones como “radicalismo político, pero ello como una consecuen­cia”: “no se es radical en política porque se sea radical en política, sino porque antes se es radical en el pensamiento”.
Pero con antelación a estos con­ceptos, explica en “El Tema de Nuestro Tiempo” que, “a la forma de pensar en que el pensamiento se abandona a sí mismo, se desen­tiende de las cosas y se atiene a sus propias normas (raison de Descartes, razón pura de Kant) y se mueve siempre entre superlati­vos y absolutos se la llama racio­nalismo”, y que “tal vez fuera más luminoso llamarla radicalismo”. Pero, “el racionalismo es un ensa­yo excesivo, aspira siempre a lo imposible” (¿gobierno mundial?), y como “la política es realización, cada revolución se propone la va­ga quimera de realizar una utopía más o menos completa”.
Por supuesto, habla de la Revo­lución Francesa. Y, como confir­mando la génesis racionalista de la misma, cita a Danton: “la revolu­ción estaba en nuestras cabezas mucho antes de estar en las barri­cadas”.
Volviendo a Koch, éste puntuali­za que “es casi imposible que se llegue a la revolución en sí, a no ser que existan dos factores muy concretos que canalicen la misma: un clima cultural e intelectual que alimente y reconduzca las fuerzas en efervescencia, y un grupo cul­tural constituido que se encargue de organizar y movilizar a las ma­sas dirigiéndolas hacia los diver­sos objetivos, aunque ellas, o me­jor dicho sobre todo ellas no se den cuenta de que alguien las es­tá manipulando”.
Menciona la fundación de los Illuminati o Iluminados de Baviera por Adam Weisthaupt —sacerdote jesuita expulsado de la orden, abo­gado y amigo de Maximilien Robes­pierre— en 1776, con el propósito de lograr el gobierno mundial. Cita Koch a Nesta Webster “Revolución Mundial. El Complot Contra la Civilización”, quien denuncia los planes a largo plazo de los Illumi­nati:
1)  Aniquilación de la monarquía y de todo gobierno organizado se­gún el Antiguo Régimen;
2) Abolición de la propiedad pri­vada para individuos y sociedades;
3) Supresión de los derechos de herencia;
4) Destrucción del concepto de patriotismo y sustitución por un gobierno mundial;
5) Desprestigio y eliminación del concepto de familia clásica;
6) Prohibición de cualquier tipo de religión tradicional.
Continúa diciendo que Weist­haupt, para ampliar su organiza­ción “empezó a infiltrar sus miem­bros en la masonería”, y que “bus­có y encontró desde el primer mo­mento el apoyo financiero de Meyer Amschel Rothschild”.
Este “amparó y financió la tra­ma de los Illuminati, hasta el pun­to de congregarlos en su propia casa en Frankfurt en 1786, con el objetivo principal de estudiar de­talladamente la Revolución Fran­cesa”. Y menciona a Joseph Cam­brón diputado y miembro del Comi­té de Salud Pública de la Asamblea Nacional, quien “llegó a denunciar estos hechos, recordando que, a partir de 1789, la gran Revolu­ción golpeó a todo el mundo, ex­cepto a los financieros”.
Por cierto, tampoco la Revolu­ción Bolchevique de 1917 “finan­ciada por las bancas Schiff, Khun & Loeb y Warburg, estos últimos tempranos colaboradores de los Rothschild”.
Coincidencia: durante los años de nuestra guerrilla terrorista, entre los muertos civiles tampoco figuró ningún financista (Julio González: “Los Tratados de Paz por la Gue­rra de Malvinas”, “In Memoriam”, volumen III).
Todo esto viene a raíz de un artículo que ha sido publicado en el Boletín Salesiano del mes de julio de 2011, de María Virginia Lara, profesora de Comunicación Social y autora de una tesis sobre el rock argentino, titulado “Música no sólo para escuchar”, que dice: “Las leyendas son relatos imprecisos que se nutren de distintos elementos orales y escritos, mezclan componentes imaginativos con reales hasta formar una trama sobre la que se basan ciertas creencias. Dentro de este contexto se escribe la historia”.
Más adelante agrega: “sobre todo fue el rock el que ayudó de diversas formas a que muchas generaciones pudieran encontrar su voz y pudieran expresarse ante cualquier tipo de acontecimiento. Ambos términos, rock: piedra, eslabón inicial, y roll, rollo, consecuencia, se unieron para responder a las preguntas existencialistas como ¿quién soy?, ¿qué es lo que hago aquí?, ¿cuál es la razón de ser de las cosas que me rodea? Gran número de jóvenes asumió la nueva filosofía del rock [...] Las primeras épocas fueron difíciles para los jóvenes [...] Nos referimos a los llamados años de plomo, es decir, aquellos tiempos en que los gobiernos militares perseguían al conjunto de la cultura musical y juvenil considerada descarriada, y que las canciones escuchadas reflejaban tanto la protesta como la utopía de una realidad diversa”.
Tratemos de traer un poco de objetividad a tantos “relatos imprecisos” y componentes imaginativos en esta historia. H. G. Wells fue jefe de Inteligencia Británica en el extranjero durante la Primera Guerra Mundial, además de autor de varios libros, entre ellos “La Conspiración Abierta", a la que consideró “un cerebro unimundista”, que funcionaría como “policía de la mente".
Fue mentor en Oxford de Aldous Huxley, miembro de la Mesa Redonda de Cecil Rhodes (uno de sus miembros iniciados fue Nathan Rothschild y también del Real Instituto de Asuntos Internacionales, quien fuera enviado en 1937 a Estados Unidos, donde fundó un grupo de adoradores de la diosa Isis y otros dioses paganos en el Sur de California y San Francisco e introdujo un programa de experimentación con LSD y otras drogas.
Por su parte, Theodor Adorno fue musicólogo y agente del MI5, director del Instituto para Investigación Social o Escuela de Frankfurt, que preconiza destruir la matriz cristiana y la idea del derecho nacional, elaboró la teoría social del rock, expresada en su libro “Introducción a la Sociología de la Música”, cuyo fundamento era preparar una cultura musical de masas que pudiera degradar paulatinamente a sus consumidores. Llegó a Estados Unidos en 1939 para dirigir el Programa de Investigación Radiofónica de la Universidad de Princeton.
En 1963 llegaron a Estados Unidos los Beatles, quienes fueron condecorados por la reina con la Cruz del Orden del Imperio Británico por sus logros. Vaya con la espontaneidad e inconformidad juvenil y sus preguntas ¿quién soy? y ¿qué hago aquí?, que espero por su bien que nadie les conteste.