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viernes, 22 de mayo de 2015

BACH SIN DIOS NO ES NADA





Hace un tiempo leí un interesante artículo de Belen Altuna publicado en El País (edición País Vasco) llamado, El músico de Dios. Me llamó poderosamente la atención el testimonio que ofrece la escritora de Cioran sobre la música de Bach: “He dicho que Dios le debe todo a Bach. Sin Bach, Dios sería un personaje de tercera clase. La música de Bach es la única razón para pensar que el Universo no es un desastre total. Con Bach todo es profundo, real, nada es fingido. El compositor nos inspira sentimientos que no nos puede dar la literatura, porque Bach no tiene nada que ver con el lenguaje. Sin Bach yo sería un perfecto nihilista”.

Entiendo perfectamente -quién lo iba a decir- las palabras del genial y turbulento rumano. Si sabré yo de sobra lo que Dios le debe y se obliga con Bach. Siempre digo al que quiere oír o escuchar que llegué a Dios por el arte, al igual que otros, llegan a Él por María, y otros, distintos pero hermanos, por la conversión. Al final, todos los caminos conducen al Señor, todo es conversión a la Verdad, que es Cristo, de una u otra manera. Sólo hace falta querer buscarlo. Pero me gustaría decir, ya que llevo toda la mañana con la idea en la cabeza y no  deja centrarme en otras cosas, que si Dios le debe algo a Bach -como señalaba caústica y turbulentamente el señor Cioran-, el genial músico alemán, le debe a Dios, al Dios cristiano y católico hecho hombre, al Dios de la misericordia y la Justicia (que no se olvide en estos miserables y traidores tiempos de "misericodeo" la Justicia Divina), todo. Le debe Todo. Todo es todo. A pesar de lo que magistralmente tallara José Hierro en un milagroso poema: “Después de todo, todo ha sido nada, a pesar de que un día lo fue todo. …”

Es imposible crear y tener una cosmovisión del arte y la música de Bach sin un profundo sentimiento cristiano que sostenga la mirada pura y sin una visión sobrenatural de la vida y la muerte como la que poseía –y de qué manera lo poseía…- Bach. Aquí no hay debate, ni porfía, la gallina es Dios, y el huevo, Bach. El Creador es Dios, y Bach su criatura, una más de las exquisitamente elegidas para enseñarnos en última instancia, su Rostro, su Belleza. Esto, el primero que lo sabía y lo tenía claro y lo difumina sabiamente por toda su obra es el mismo artista.

J.S Bach sin Dios no es nada. Bach sin Dios no es real. Bach sin Dios, sin el Dios cristiano hecho hombre, en palabras del propio Cioran, sería un triste y dolorido personaje de tercera clase. Lo que eleva y enaltece como un suspiro divino la inmortal y gloriosa música de Bach es la profunda fe y la insondable teología cristiana hecha Misterio que chorrea en cada una de las notas que compuso el artista.

Nada más leer el texto de Cioran se me vino como un rayo a la mente este doloroso y lúcido fragmento del libro de La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach:

“Una vez entré inesperadamente en su cuarto cuando estaba componiendo el solo de contralto ¡Oh Gólgota!, de la pasión según San Mateo ¡Cómo me conmoví al ver su rostro, en general tranquilo, fresco y colorado, de una palidez cenicienta y cubierto de lágrimas! No me vio; volví a salir silenciosamente, me senté en la escalera, ante la puerta de su cuarto, y lloré también. Los que oyen esa música, ¡qué poco saben lo que costó! Sentía deseos de entrar y echarle las manos al cuello, pero no me atreví. Había visto algo en su mirada que me produjo un sentimiento de veneración. Nunca llegó a enterarse de que yo le había visto en el dolor de la creación, pues eran momentos en los que sólo debía verle Dios".

Cioran no sabía de lo que hablaba. Da igual. Creo que Bach hubiese tomado las palabras de Cioran como una ofensa a su fe. Incluso con Bach, este hombre siempre fue "un perfecto nihilista", por no decir otra cosa. Solo a un gilipollas pretencioso, presumido y moña se le puede ocurrir afirmar que Bach no le debe nada a Dios. Bach..., que es uno de sus elegidos para mostrarnos una milésima parte de Su Gloria.