“La
mujer no se pondrá vestido de hombre ni el hombre se pondrá un vestido de
mujer, porque el que hace esto es una abominación para el Señor tu Dios”.
Esto
fue escrito hace unos dos mil quinientos años en el libro del
Deuteronomio 22, 5
Aunque fue dicho siglos antes.
Cuando
hace apenas medio siglo las hijas de Eva se dijeron “¿por qué no?” y empezaron
a ponerse pantalones nadie se alarmó demasiado.
AHORA, MEDIO SIGLO DESPUÉS
Presentamos
la Notificación reservada
del
Cardenal Giuseppe Siri
fechada
en Génova el 12 de junio de 1960
El Cardenal de Génova avizoró algunas de las consecuencias más graves que esto acarrearía en el futuro y dio la voz de alerta a los pastores cuando les profetizó, en parte, cosas que vemos hoy.
A PROPÓSITO DEL VESTIDO MASCULINO DE LA MUJER
Cardenal Giuseppe Siri
Notificación del 12 de junio de 1960
(Traducción directa del italiano: P. Horacio Bojorge S.J.)
El uso
de ropa masculina por parte de la mujer
Las
primeras señales de nuestra tardía primavera indican un cierto aumento este año
en el uso de la ropa de hombre empleada por mujeres y jóvenes, aún en el caso
de madres de familia.
Hasta
el año 1959, en Génova, tal vestimenta significaba usualmente que la persona
era un turista, pero ahora parece haber un número significativo de jóvenes y
mujeres de la misma Génova que están escogiendo, por lo menos para los viajes
de placer, llevar ropa de hombres (pantalones). La difusión de esta costumbre
impone una seria reflexión sobre este asunto y les pedimos a quienes está
dirigida esta Notificación que le presten toda la atención de quien está
consciente de ser responsable ante Dios.
Buscamos,
ante todo, ofrecer un equilibrado juicio moral sobre el uso de ropa masculina
por parte de la mujer. De hecho, nuestras consideraciones no pueden sino
preocuparse por el aspecto moral.
I.
UN JUICIO MORAL
1.-
De por sí no constituye una falta de modestia grave
Primero,
cuando se trata de cubrir el cuerpo de la mujer, el llevar pantalones de hombre
no se puede decir que constituye, de por sí, una grave ofensa contra la
modestia, porque pantalones ciertamente
cubren
más del cuerpo de una mujer que lo que cubre las faldas modernas.
2.-
Pero podría serlo a causa del cómo se usan los pantalones
No
es cuestión solamente de si se cubre el cuerpo sino de cómo se
lo cubre. Desde este punto de vista, no sería exacto decir que los pantalones
no puedan ser usados de forma menos llamativa que las polleras. Más aún, los
pantalones pueden resaltar de tal manera lo que cubren que motiven una
preocupación mayor que la pollera. Se trata de una posibilidad que, si bien no
se puede exagerar artificiosamente, no puede tampoco dejar de ser tenida en
cuenta
II
EL ASPECTO MÁS GRAVE
En
el hecho de que las mujeres se vistan con prendas de varón, hay un aspecto que
nos parece más grave que lo relativo al pudor.
La
ropa de varón usada por la mujer:
--
Modifica la psicología propia de la mujer
--
Tiende a enrarecer las relaciones entre la mujer y el varón
--
hiere fácilmente la dignidad materna ante los hijos
Consideremos
cuidadosamente cada uno de estos puntos.
1.
Modifica la psicología de la mujer
De
hecho el motivo que impulsa a usar ropa masculina es siempre la imitación, más
aún la competencia con aquél que es tenido por más fuerte, más desenvuelto y
más independiente.
Este
motivo manifiesta claramente que el uso de prendas de vestir masculinas es el
medio sensible para poner en acto una inclinación mental de una mujer a ser
“como un varón”.
En
segundo lugar, desde que el mundo es mundo, el vestido exige, impone y
condiciona gestos, actitudes, posturas; y llega, desde lo externo, a imponer
una determinada contextura psicológica.
No
se pierda de vista, además, que la ropa masculina endosada por la mujer oculta
en mayor o menor medida un rechazo habitual de aquélla femineidad que a ella le
parece inferioridad, siendo así que es solamente diversidad. La contaminación
de la estructura psicológica resulta evidente.
Estas
razones, que conllevan otras, son suficientes para advertir las deformaciones a
las que empuja la ropa de varón a la psicología de la mujer.
2.
Tiende a enrarecer las relaciones entre la mujer y el varón
Efectivamente,
las relaciones entre ambos sexos cuando se van desarrollando con el avance de
la edad, son gobernadas por un instinto de atracción mutua. La base esencial de
esta atracción es la diversidad entre los dos sexos que hace
posible una mutua complementación.
Si
esta diversidad se hace menos evidente porque es eliminado uno
de sus signos exteriores más visibles, y porque la estructura sicológica normal
se ha debilitado, lo que resulta es la alteración de un dato fundamental de la
relación.
Pero
hay más. El despertar de la atracción mutua va precedido, natural y
cronológicamente por el pudor, que frena, impone respeto, tiende a trasladar a
un plano de estima y de saludable temor, todo lo que el instinto empujaría a
hacer sin control.
El
trastrocamiento del vestido, al esfumar la diversidad, esfuma el límite y
libera el incentivo que la prohibición retenía. Aplanando las distinciones,
tiende a derribar la defensa misma que constituye el pudor. Al menos la
amortigua o retarda. Sin el freno del pudor las relaciones entre el hombre y la
mujer sufren el peso que los rebaja hacia la sensualidad, atropellando el
gobierno de las relaciones por actitudes de respeto y estima.
La
experiencia dice que cuando la mujer se asimila al hombre, se atenúan sus
defensas y se acentúa su debilidad.
[Nota
del traductor: Al buscar imágenes para ilustrar este entrada, descubro
el hecho de la feminización de la prenda masculina, que ha tenido lugar y
le ha quitado al pantalón su exclusividad cultural. Esa prenda, antes
exclusivamente masculina, ha perdido su expresividad de lo masculino y su
inequívoca vectorialidad hacia el varón. Ha tenido lugar una ambiguación o más
aún una feminización de su sentido. Ha tenido lugar una especie de usurpación
de un signo específicamente varonil. Parecería un caso particular de una
babelización semiológica, una moderna confusión de las lenguas, o babelización
de los lenguajes]
3.
Lesiona fácilmente la dignidad materna ante los hijos
Todos
los hijos tienen instintivamente un sentido de la dignidad y del decoro de su
madre. El análisis de la crisis interna inicial que padece el niño cuando
despierta a la vida y aún antes de llegar a la adolescencia, revela cuánto
importa en ello el sentir de la madre. Los niños son delicadísimos al respecto.
Los adultos, generalmente, han olvidado todo esto y han perdido el gusto de
ello.
Haría
bien acordarse de las austeras exigencias instintivas que tienen los niños
respecto de la propia madre, y las reacciones profundas y hasta terribles a las
que dan lugar la comprobación decepcionante de la mala conducta de la madre.
Estos primeros dramas de la infancia y la juventud acarrean muchas y malas
consecuencias para su vida futura.
El
niño no conoce la definición del exhibicionismo, de la frivolidad o la
infidelidad, pero está dotado de un sexto sentido instintivo para intuir todas
estas cosas, sufrir por ellas, y quedar terriblemente herido en su alma por
ellas.
III.
TAL USO, A LA LARGA, DEBILITA EL ORDEN HUMANO
Pensemos
seriamente sobre la importancia de todo lo antes expuesto aun cuando la vista
de la mujer vestida con ropa masculina no provoque inmediatamente las mismas
reacciones de desconcierto que provocan otros actos gravemente escandalosos.
1.
Un daño fundamental que puede resultar irreparable
La
alteración de la sicología femenina comporta un daño fundamental e irreparable
a largo plazo: para la familia, para la fidelidad conyugal, para los afectos
humanos y para la sociedad humana.
Los
efectos de vestir ropa inadecuada no se ven todos en el corto plazo. Pero es
imperioso pensar en aquello que está siendo lenta e insidiosamente debilitado,
en lo que se ablanda, se deteriora y se corrompe.
2.
Lo que se puede perder
¿Acaso
es posible pensar en una satisfactoria reciprocidad en el ámbito conyugal si se
cambia la psicología de la mujer?
¿Se
puede concebir como posible una educación de los hijos, tarea delicadísima en
su gestión, tejida de imponderables en los que la intuición de la madre y su
instinto tienen el rol más importante en las edades más tiernas?
¿Qué
podrán darles a sus hijos estas mujeres que se pusieron los pantalones durante
tanto tiempo, más para competir con los hombres que en función de ser ellas
mismas?
3.
El testimonio del género humano
Nos
preguntamos ¿por qué es que desde que el hombre es hombre – o más bien, desde
que se civilizó y está en camino – en todo tiempo y lugar ha procedido
irresistiblemente a señalar visiblemente la diferencia en la función propia de
cada sexo mediante un vestido diverso? ¿No tenemos aquí un serio testimonio de
un consenso de toda la humanidad y de una común intuición acerca de una verdad
y de una ley que le está por encima?
En
resumen, que las mujeres lleven vestimenta de varón, debe ser considerado como
un comportamiento que, a la larga, es desintegrador de la buena ordenación de
lo humano.
IV.
ALERTA A TODOS LOS RESPONSABLES
La
consecuencia lógica de todo lo expuesto es que se instale en todos los
responsables un estado de alerta verdadera y propia, seria y urgente.
1.
Formarse una conciencia clara y consecuente
Nos
dirigimos una grave advertencia a los párrocos, a los sacerdotes y sobre todo a
los confesores, a los asesores de toda clase de asociaciones, a los religiosos,
a las religiosas, y sobre todo a las religiosas que se ocupan de la enseñanza.
Los
invitamos a formarse una conciencia bien clara y consecuente respecto de este
asunto. Es esta conciencia lo que importa. Ella les sugerirá lo que conviene en
el momento oportuno. Pero una conciencia que no se resigne como ante un cambio
inexorable, como si estuviésemos ante una evolución natural de los hombres,
etc.
2.
Las líneas sustanciales de la naturaleza y de la ley eterna no cambian
El
hombre dará muchas vueltas, porque Dios le ha dejado un amplio “margen de
maniobra”, pero los lineamientos sustanciales de la ley eterna no han variado,
no cambian ni cambiarán jamás. Hay límites que se pueden transgredir cuanto se
pueda creer posible hacerlo, pero la transgresión tiene como consecuencia la
muerte. Hay límites que se puede ridiculizar o tomar a la ligera mediante vanas
elucubraciones filosóficas, pero cuya trasgresión suscita una conspiración de
los hechos y de la naturaleza contra sus violadores. La historia ha enseñado
hasta la saciedad, con terribles evidencias en la vida de los pueblos, que la
respuesta a las transgresiones de los límites “humanos” tienen, tarde o
temprano, catastróficas consecuencias.
3.
Las violaciones de las “fronteras de Dios” tienen funestas consecuencias.
Desde
la dialéctica de Hegel en adelante, nos han acostumbrado a escuchar auténticos
“cuentos”. Muchos, a fuerza de oírlos repetir, terminan por creérselos y
aceptarlos, aunque más no sea que pasivamente. Pero la verdad es que la
naturaleza y la verdad y en ella la Ley siguen su camino impertérritas y se
llevan por delante a los ingenuos que se tragan, sin demostraciones
fehacientes, esos cuentos que prometen grandes y radicales mutaciones de la
fisonomía de lo humano.
Las
consecuencias de tales violaciones no son, de ningún modo, una nueva situación
de equilibrio [como el sacrificado en aras del cuento], sino más bien los
desórdenes, las inestabilidades dañinas, la horrendas arideces de las almas, un
aumento asombroso de la falta de humanidad, el ser despojados de la más elemental
posibilidad de esperar el ocaso de la injusticia, la tristeza y el menosprecio.
Sobre las ruinas de las normas eternas se amontonan las familias fracturadas,
las vidas interrumpidas, los fuegos del hogar apagados, los ancianos relegados,
los hijos degenerados y – finalmente – la desesperación y los suicidios.
Estos
hechos atestiguan que “los lineamientos de Dios” resisten y no admiten
adaptaciones a los delirios de los soñadores tenidos erróneamente por
filósofos.
V.
CÓMO DEBEN COMPORTARSE LOS RESPONSABLES DE LAS ALMAS
1.
Equilibrio y firmeza de principios
Hemos
dicho que a aquellos a los que va dirigida esta Notificación, se los invita a
formarse una clara conciencia de alerta ante el problema que hemos señalado.
Ellos
saben lo que deben de decir, comenzando con las niñas desde el regazo materno.
Ellos
saben que deberán moderar su tolerancia de forma habitual sin exagerar la cosa
o volverse fanáticos, ellos.
Ellos
saben que no deben jamás incurrir en la debilidad de dar lugar a que se crea
que condescienden con un modo de vestir decadente y que compromete la entera
moralidad de las instituciones (familiares y sociales).
Ellos,
los sacerdotes, saben que sus enseñanzas en el confesonario deben ser claras y
perentorias, aunque no llegue a considerar por sí mismo culpa grave el vestirse
con ropas propias de un varón.
Todos
harán bien en reflexionar en la necesidad de directivas, reforzadas en todas
las formas por las buenas voluntades y las mentes iluminadas, para oponer un
verdadero dique de contención.
2.
Hacerse aliados a los hombres del arte, la prensa y el artesanado
Los
responsables del bien de las almas sea cualquiera el título de su
responsabilidad sobre ellas, comprenden cuán útil sea tener aliados en esta
defensa en el campo del arte, de la prensa y del artesanado. Las orientaciones
que dan las Casas de modas de sus geniales inspiradores, de la industria de la
vestimenta, tiene, en todo este asunto una importancia decisiva.
La
convergencia del sentido artístico, del refinamiento y del buen gusto, puede
encontrar soluciones convenientes y a la vez dignas para la vestimenta de la
mujer que debe andar en motoneta o dedicarse a ciertos deportes o trabajos. Lo
importante es salvar con la modestia el sentido moral de la femineidad, aquélla
femineidad por la cual, los niños sobre todo, podrán seguir reconociendo el
rostro de la madre.
3.
Las experiencias contingentes deben ceder ante los grandes valores a ser
salvados.
Es
innegable que la vida moderna pone problemas y conlleva exigencias diversos que
los de los tiempos de nuestros abuelos. Pero también es innegable que hay
valores que han de ser salvados, y que son mucho más necesarios que las
experiencias circunstanciales y que no por nada existe la inteligencia, el buen
sentido, el buen gusto, para resolver de manera digna y aceptable los problemas
que se van presentando.
Opongámonos
por caridad el aplastamiento del género humano perpetrado al atentar contra las
diferencias sobre las cuales se apoya la complementariedad de las funciones de
varón y la mujer.
Cuando
se ve a una mujer vestida de pantalones, hay que pensar no sólo en ella sino en
la humanidad entera. Pensar en lo que sucederá cuando las mujeres se hayan
masculinizado del todo. A nadie beneficiará promover para el futuro la era de
la indefinición, del equívoco, de lo incompleto y – en definitiva – de los
monstruos.
Esta
carta nuestra no va dirigida al público sino a los
responsables de las almas, de la educación católica, de la vida asociacional
católica. Cumplan con su deber y no sea como centinelas adormecidos ante las
infiltraciones del mal.
+Giuseppe Cardinal Siri Arzobispo de
Génova