¡Caramba,
Qué Coincidencia!
Por Luis Antonio Leyro
Revista Cabildo n. 94 marzo 2012
Habla
Paul H. Koch en su libro “Illuminati. La
Historia de una Secta Infernal”, de la Tradición, serie “de verdades de origen no humano, guardadas
y transmitidas en beneficio de todo el género humano”, y de la
Antitradición, que prostituye dichas verdades para beneficio de los miembros
de sus sociedades, cuyo “objetivo
principal es la acumulación de riquezas y bienes’’, y “la práctica del poder personal sobre los
otros”.
Inicia
Koch cada capítulo citando a algún personaje, por ejemplo a Francois Marie
Arouet (Voltaire): “La verdad es lo que
se hace creer”, una admirable síntesis de una de las formas de la guerra
política, la ideológica, que incluye la desinformación, la superficialidad,
la saturación de consignas, etc., hasta llegar a la apatía ciudadana. También
a Jaques Bordiot, periodista y escritor francés: “Una revuelta puede ser espontánea, una revolución jamás lo es”.
Coincide en esto con Don José Ortega y Gasset en “El Ocaso de las
Revoluciones” (1923): “el hombre se
rebela contra los abusos del poder”, mientras que “el revolucionario contra los usos”. Y considera a las revoluciones
como “radicalismo político, pero ello
como una consecuencia”: “no se es
radical en política porque se sea radical en política, sino porque antes se es
radical en el pensamiento”.
Pero
con antelación a estos conceptos, explica en “El Tema de Nuestro Tiempo” que,
“a la forma de pensar en que el
pensamiento se abandona a sí mismo, se desentiende de las cosas y se atiene a
sus propias normas (raison de Descartes, razón pura de Kant) y se mueve siempre
entre superlativos y absolutos se la llama racionalismo”, y que “tal vez fuera más luminoso llamarla
radicalismo”. Pero, “el racionalismo
es un ensayo excesivo, aspira siempre a lo imposible” (¿gobierno
mundial?), y como “la política es
realización, cada revolución se propone la vaga quimera de realizar una utopía
más o menos completa”.
Por
supuesto, habla de la Revolución Francesa. Y, como confirmando la génesis
racionalista de la misma, cita a Danton: “la
revolución estaba en nuestras cabezas mucho antes de estar en las barricadas”.
Volviendo
a Koch, éste puntualiza que “es casi
imposible que se llegue a la revolución en sí, a no ser que existan dos
factores muy concretos que canalicen la misma: un clima cultural e intelectual
que alimente y reconduzca las fuerzas en efervescencia, y un grupo cultural
constituido que se encargue de organizar y movilizar a las masas dirigiéndolas
hacia los diversos objetivos, aunque ellas, o mejor dicho sobre todo ellas no
se den cuenta de que alguien las está manipulando”.
Menciona
la fundación de los Illuminati o Iluminados de Baviera por Adam Weisthaupt
—sacerdote jesuita expulsado de la orden, abogado y amigo de Maximilien Robespierre—
en 1776, con el propósito de lograr el gobierno mundial. Cita Koch a Nesta
Webster “Revolución Mundial. El Complot Contra la Civilización”, quien denuncia
los planes a largo plazo de los Illuminati:
1) Aniquilación
de la monarquía y de todo gobierno organizado según el Antiguo Régimen;
2)
Abolición de la propiedad privada para individuos y sociedades;
3)
Supresión de los derechos de herencia;
4)
Destrucción del concepto de patriotismo y sustitución por un gobierno mundial;
5)
Desprestigio y eliminación del concepto de familia clásica;
6)
Prohibición de cualquier tipo de religión tradicional.
Continúa
diciendo que Weisthaupt, para ampliar su organización “empezó a infiltrar sus miembros en la masonería”, y que “buscó y encontró desde el primer momento
el apoyo financiero de Meyer Amschel Rothschild”.
Este
“amparó y financió la trama de los
Illuminati, hasta el punto de congregarlos en su propia casa en Frankfurt en
1786, con el objetivo principal de estudiar detalladamente la Revolución Francesa”.
Y menciona a Joseph Cambrón diputado y miembro del Comité de Salud Pública de
la Asamblea Nacional, quien “llegó a
denunciar estos hechos, recordando que, a partir de 1789, la gran Revolución
golpeó a todo el mundo, excepto a los financieros”.
Por
cierto, tampoco la Revolución Bolchevique de 1917 “financiada por las bancas Schiff, Khun & Loeb y Warburg, estos
últimos tempranos colaboradores de los Rothschild”.
Coincidencia:
durante los años de nuestra guerrilla terrorista, entre los muertos civiles
tampoco figuró ningún financista (Julio González: “Los Tratados de Paz por la
Guerra de Malvinas”, “In Memoriam”, volumen III).
Todo
esto viene a raíz de un artículo que ha sido publicado en el Boletín Salesiano del mes de julio de
2011, de María Virginia Lara, profesora de Comunicación Social y autora de una
tesis sobre el rock argentino, titulado “Música
no sólo para escuchar”, que dice: “Las
leyendas son relatos imprecisos que se nutren de distintos elementos orales y
escritos, mezclan componentes imaginativos con reales hasta formar una trama
sobre la que se basan ciertas creencias. Dentro de este contexto se escribe la
historia”.
Más
adelante agrega: “sobre todo fue el rock
el que ayudó de diversas formas a que muchas generaciones pudieran encontrar su
voz y pudieran expresarse ante cualquier tipo de acontecimiento. Ambos
términos, rock: piedra, eslabón inicial, y roll, rollo, consecuencia, se
unieron para responder a las preguntas existencialistas como ¿quién soy?, ¿qué
es lo que hago aquí?, ¿cuál es la razón de ser de las cosas que me rodea? Gran
número de jóvenes asumió la nueva filosofía del rock [...] Las primeras épocas
fueron difíciles para los jóvenes [...] Nos referimos a los llamados años de
plomo, es decir, aquellos tiempos en que los gobiernos militares perseguían al
conjunto de la cultura musical y juvenil considerada descarriada, y que las
canciones escuchadas reflejaban tanto la protesta como la utopía de una
realidad diversa”.
Tratemos
de traer un poco de objetividad a tantos “relatos imprecisos” y componentes
imaginativos en esta historia. H. G. Wells fue jefe de Inteligencia Británica
en el extranjero durante la Primera Guerra Mundial, además de autor de varios
libros, entre ellos “La Conspiración Abierta", a la que consideró “un
cerebro unimundista”, que funcionaría como “policía de la mente".
Fue
mentor en Oxford de Aldous Huxley, miembro de la Mesa Redonda de Cecil Rhodes
(uno de sus miembros iniciados fue Nathan Rothschild y también del Real Instituto
de Asuntos Internacionales, quien fuera enviado en 1937 a Estados Unidos, donde
fundó un grupo de adoradores de la diosa Isis y otros dioses paganos en el Sur
de California y San Francisco e introdujo un programa de experimentación con
LSD y otras drogas.
Por
su parte, Theodor Adorno fue musicólogo y agente del MI5, director del
Instituto para Investigación Social o Escuela de Frankfurt, que preconiza
destruir la matriz cristiana y la idea del derecho nacional, elaboró la teoría
social del rock, expresada en su libro “Introducción
a la Sociología de la Música”, cuyo fundamento era preparar una cultura
musical de masas que pudiera degradar paulatinamente a sus consumidores. Llegó
a Estados Unidos en 1939 para dirigir el Programa de Investigación Radiofónica
de la Universidad de Princeton.
En
1963 llegaron a Estados Unidos los Beatles,
quienes fueron condecorados por la reina con la Cruz del Orden del Imperio
Británico por sus logros. Vaya con la espontaneidad e inconformidad juvenil y
sus preguntas ¿quién soy? y ¿qué hago aquí?, que espero por su bien
que nadie les conteste.